Ejemplos ?
El escándalo repugnaba a su carácter; el escándalo podía herir de muerte a Isabela, su mujer, enterándola de lo que debía ignorar siempre...
Cuando a Orso le estorbaba un señor, le atraía, jurábale amistad, comulgaba con él -¡horrible sacrilegio!- de la misma hostia, le sentaba a su mesa..., y en mitad del banquete el convidado se levantaba con los ojos extraviados y espumeante la boca, volvía a caer retorciéndose..., mientras el anfitrión, con hipócrita solicitud, le palpaba para asegurarse de que el hielo de la muerte corría ya por sus venas.
¿Y adónde iba? Por todas partes le acompañaría como una sentencia de muerte su gordura, su fatal grasa fina, de ave de lujo. El primero que le atrapase, le retorcería el pescuezo y le pondría a asar.
El niño le blandeaba en los brazos, inerte, tronchado, roto. Jácome conocía bien las formas que adopta la muerte... Soltó el cadáver y alzó los ojos atónitos, sin llanto, al cielo, que consentía aquella iniquidad...
Yo soy de Alicante, y he estado segando en Sevilla. - Pues, amigo mío, Parrón quiere decir la muerte. Todo el que cae en nuestro poder es preciso que muera.
Se conocen detalles sublimes de sus últimos instantes; no ha recibido nadie una muerte horrorosa con tanta entereza ni con más alegría.
que ya nada valían, porque nadie me los exigiría a cambio de cosa alguna. A mi alrededor, la muerte: capas de difuntos, tendidos aquí y allí, en las diversas actitudes de su breve agonía...
Un Capellán entró en mi prisión. Todos mis compañeros dormían. --¡La muerte!, -exclamé al ver al Sacerdote. --Sí, -respondió éste con dulzura.
¿Sabes que todos los días roba, en distintos puntos de estas sierras, a algunos pasajeros; y después los asesina, pues dice que los muertos no hablan, y que ése es el único medio de que nunca dé con él la Justicia? ¿Sabes, en fin, que ver a Parrón es encontrarse con la muerte?
Nosotros quedamos vencedores, y Ramón tuvo que huir con los muy mermados restos de sus alaveses; pero no sin que antes hubiera dado muerte por sí mismo, de un pistoletazo, al que la víspera era su Teniente Coronel; el cual en vano procuró defenderse de aquella furia.
Los jóvenes quedaron tan maravillados como el autor del "Descendimiento". Representaba aquel cuadro la "Muerte de un religioso". Era éste muy joven, y de una belleza que ni la penitencia ni la agonía habían podido eclipsar, y hallábase tendido sobre los ladrillos de su celda, velados ya los ojos por la muerte, con una mano extendida sobre una calavera, y estrechando con la otra, a su corazón, un crucifijo de madera y cobre.
Calificóla nuevamente de grave y peligrosísima, por estar la tibia muy destrozada, y recomendó a don Jorge absoluta inmovilidad, si quería librarse de una amputación y aun de la misma muerte...