Ejemplos
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He aquí, pues, que contaremos su viaje a Xibalbá, dejando permanecer a Maestro Mono, Simio, hijos de Supremo Maestro Mago y cuya madre estaba ya muerta.
¿En tu cuerpo se alberga un espíritu? Díme: ¿es el alma de aquella mujer que me persigue todavía, aunque muerta? ¿La que mató mi dicha y me inundó de tristezas?
casi helada... casi detenida... casi muerta. Y sentí que ya nunca tendría fuerzas para volver a subir... y que iba a morir allí abajo...
Y añadirá que cada alma usa varios cuerpos, sobre todo si vive un gran número de años; porque si el cuerpo se deshace y se disuelve mientras el hombre vive todavía y el alma renueva incesantemente su perecedera envolvente, es necesario que cuando muera lleve su última envolvente y que ésta sea la única antes de la cual ella muera; y una vez muerta el alma, manifiesta muy pronto el cuerpo la debilidad de su naturaleza, porque se corrompe y perece rápidamente.
Fernandito, no cabe duda, mejoraba físicamente; su cuerpo, adolescente ya, se fortalecía; pero continuaba dando el mismo lastimoso espectáculo de un pensamiento ausente, de una voluntad muerta, de una conciencia entumecida, de un espíritu yerto.
Emilia Pardo Bazán
García de Paredes contaría cuarenta y cinco años; era alto y seco y más amarillo que una momia; dijérase que su piel estaba muerta hacía mucho tiempo; llegaba la frente a la nuca, gracias a una calva limpia y reluciente, cuyo brillo tenía algo de fosfórico; sus ojos, negros y apagados, hundidos en las descarnadas cuencas, se parecían a esas lagunas encerradas entre montañas, que sólo ofrecen obscuridad, vértigos y muerte al que las mira; lagunas que nada reflejan; que rugen sordamente alguna vez, pero sin alterarse; que devoran todo lo que cae en su superficie; que nada devuelven; que nadie ha podido sondear; que no se alimentan de ningún río, y cuyo fondo busca la imaginación en los mares antípodas.
Pedro Antonio de Alarcón
Alzó otra vez a Sendiño, y con infinita delicadeza le transportó a lo más oculto del pinar, depositándole sobre un lecho de ramalla seca. Cerca del muerto colocó la carabina, y la liebre muerta, polvorienta, ¡vengada ella también!
Emilia Pardo Bazán
Un amor desgraciado, una esperanza muerta, un desencanto de la vida, un olvido eterno del mundo: he aquí el poema misterioso que se deducía de los dos ascéticos dramas que encerraba aquel lienzo.
Pedro Antonio de Alarcón
Algunos se incorporaron en el asiento a ver lo que pasaba. —La señora está enferma; parece una muerta—dijo alguno en la platea. —Más muerto parece él—agregó otro.
Horacio Quiroga
Quiso recoger el brazo y no lo consiguió. Bajó el impermeable, y vio su mano lívida, dibujada de líneas violáceas, helada, muerta.
Horacio Quiroga
Junto a la muerta, cruzados los brazos y balbuciendo algunas oraciones con labios temblorosos luchaba la señora Catalina contra el sueño y el cansancio; en la habitación inmediata, la señora Micaela, rodeada de algunas vecinas y parientes, vestidas de negro, con los ojos enrojecidos, hacía la apología de la pobre difunta con acento trémulo y acongojado.
El señor Paco, sintiendo que su voluntad iba siendo insuficiente para poner vendales a una lágrima rebelde que pugnaba por abrirse paso por entre sus párpados, se levantó de nuevo bruscamente, y saliendo de la habitación, penetró en aquella en que la muerta yacía.
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