Ejemplos ?
La más sorprendente, la más extravagante que cupiera imaginar: de sus labios salieron palabras de locura; el general no podía prestar crédito a sus oídos.
Abril aportó una especie de locura a las gentes de la comarca y empezaron a dejar de utilizar el camino que pasaba por los terrenos de Nahum, hasta abandonarlo por completo.
Si vieras, si escucharas esta alboroto: hay hombres vestidos de locura, con cacerolas viejas, tambores de sartenes, cencerros y cornetas; el hálito canalla de las mujeres ebrias; el diablo, con diez latas prendidas en el rabo, anda por esas calles inventando piruetas, y por esta balumba en que da brincos la gran ciudad histérica, mi soledad y tu recuerdo, madre, marchan como dos penas.
Yo me eché a llorar como una criatura al abrazarlo al contrabandista de alcaloides. Esta vez una racha de locura cruzó la nave de un rincón a otro.
No es posible evitar cierta desgana cuando se contempla su ajetreo sobre la gran escena del mundo; y, a pesar de la esporádica aparición que la prudencia hace a veces, a la postre se nos figura que el tapiz humano se entreteje con hilos de locura, de vanidad infantil y, a menudo, de maldad y afán destructivo también infantiles; y, a fin de cuentas, no sabe uno qué concepto formarse de nuestra especie, que tan alta idea tiene e sí misma.
Por mi parte, me parecía más plausible dar a dicha palabra el sentido sexual en que suele ser empleada corrientemente, y el hecho de que el infeliz enfermo atentara poco después contra su integridad física, mutilándose los genitales, pareció darme la razón. Cuando sufrió el primer ataque de locura tenía este individuo dieciocho años.
Yo me acuerdo ¡oh nunca fuera! que he querido en otro tiempo lo que pasó de locura y lo que excedió de extremo. Más como era amor bastardo y de contrarios compuesto, fue fácil desvanecerse de achaque de su ser mesmo.
amor mío... —murmuró. Y la ola de locura nos envolvió de nuevo. Desde el comedor oí que ella—aquí mismo—se desvestía. Y aullé con amor: —¿A que no?...
Algunas parejas elegantes bajaban de sus automóviles, y las miradas de las pobres muchachas íbanse, con fulgores de envidia, tras los susurrantes vestidos, los empenachados sombreros y los ricos boas de las grandes damas, llevadas por una curiosidad exótica hacia este pequeño mundo de locura campestre...
Y mientras guarde conmigo este místico amuleto, de mi fe será en secreto el indestructible imán: la enseña de mi fortuna, el iris de mi esperanza, de mi cierta venturanza el seguro talismán.» Nada entendió Federico de esta arenga inesperada, sin duda no entendió nada, pero con asombro vió que en vez de volver Genaro a su acceso de locura, con mano firme y segura su mazo y cincel asió.
Agarró una panguana tierna, de luciente plumaje zahonado, arisca y un poco brava, que luego se le escapó, aprovechando una caída de Miguel, al saltar un barranco jabonoso. Iba como impulsado por un vértigo de locura.
Hay que añadir gente elegante presurosa por comprar una propiedad cuyo precio sobrepasa sus posibilidades, pero que consideran lógica y fríamente el tiempo de vida que les queda a sus padres o a sus suegras, octogenarias o septuagenarias diciendo: «Antes de tres años heredaré seguramente, y entonces...» Un asesino nos desagrada menos que un espía. El asesino lo es quizá por un arrebato de locura, puede arrepentirse, ennoblecer.