¡Tan cierto resulta que en este mundo todo es fugaz y transitorio, así la felicidad como el dolor, o por mejor
decir, que de tejas abajo no hay bien ni mal que cien años dure!
Pedro Antonio de Alarcón
El Capitán se puso más colorado que una amapola; pero aún sacó fuerzas de flaqueza, y exclamó, echándola de muy furioso: -¡Conque es
decir que yo miento!
Pedro Antonio de Alarcón
- Pero despachemos. ¡Eh, muchachos!
Decir Parrón estas palabras y rodearme una nube de trabucos, todo fue un abrir y cerrar de ojos.
Pedro Antonio de Alarcón
A todo esto, a fuerza de ruegos, y como pago de haber dicho que no serían ahorcados y que llevarían una vejez muy tranquila, había yo conseguido que por las tardes me sacasen de la cueva y me atasen a un árbol, pues en mi encierro me ahogaba de calor. Pero excuso
decir que nunca faltaban a mi lado un par de centinelas.
Pedro Antonio de Alarcón
Queremos
decir que llevaba gorra de cuartel con los tres galoncillos de la insignia de capitán; levita y pantalón civiles, de paño negro; sable de oficial de infantería, canana y escopeta de cazador...
Pedro Antonio de Alarcón
Media hora había transcurrido, empleada por los ladrones en jurarse unos a otros no
decir nunca a su capitán que habían perdonado la vida a un hombre, cuando de pronto apareció Parrón, trayendo al segador en la grupa de su yegua.
Pedro Antonio de Alarcón
Así las cosas, una mañana, sobre si debían abrirse o no los cristales de la reja de la alcoba, por hacer un magnífico día de primavera, mediaron entre don Jorge y su hermosa enemiga palabras tan graves como las siguientes: EL CAPITÁN.-¡Me vuelve loco el que no me lleve usted nunca la contraria, ni se incomode al oírme
decir disparates!
Pedro Antonio de Alarcón
bien lo sabes, no tenemos recursos suficientes para cuidar y atender a una persona como ésta, del modo que lo harían Condesas y Generalas de verdad. -¿Qué quiere
decir de verdad?
Pedro Antonio de Alarcón
¡Y hasta creo que andaría mejor sin esos palitroques! Es
decir, que ya puedo marcharme a mi casa... Aquí lanzó un gran resoplido, como si suspirase a su manera, y murmuró cambiando de tono: -¡Puedo!
Pedro Antonio de Alarcón
Al cabo de un rato de horrible silencio, exclamó, dirigiéndose a su amo: - "Deuda"..., 285. "Crédito"..., 200. - Es
decir... (añadió _García de Paredes_), ¡doscientos ochenta y cinco muertos, y doscientos sentenciados !
Pedro Antonio de Alarcón
Yo soy de Alicante, y he estado segando en Sevilla. - Pues, amigo mío, Parrón quiere
decir la muerte. Todo el que cae en nuestro poder es preciso que muera.
Pedro Antonio de Alarcón
En la frente sólo le quedaba ya una breve cicatriz y el hueso de la pierna se iba consolidando. -¡Este hombre tiene carne de perro! -solía
decir el facultativo. -¡Gracias por el favor, matasanos de Lucifer!
Pedro Antonio de Alarcón