Paréceme mirarte embebecida en sus ingenuas y festivas gracias; y, cuando más absorta, de improviso una lágrima ardiente de tus ojos brotar...
Las once serían de la noche cuando, de improviso y sin pensarlo, vieron entrar en la posada muchas varas de justicia, y al cabo el Corregidor.
Por la mañana se presentaron
de improviso dos hombres, uno ya mayor y otro jovencito, divisaron al animalito, lo cogieron y, dándole vueltas de todos lados, se pusieron a hablar con una ciencia sorprendente, en particular el muchacho.
Hans Christian Andersen
Tres chiquillos duermen el plácido sueño de la niñez.
De improviso, como si no quisiera, la puerta rechina y se abre con lentitud...
Antonio Domínguez Hidalgo
En este estado permanecieron los enemigos, aunque continuando la movilidad sobre sus posiciones, hasta las 9 y 25, en que de improviso descargaron las chimeneas, presentando la perspectiva una larga fila de espirales.
Pensó de mal modo y volvió nuevamente a contemplar las cenizas del Ave Fénix, que “no se le daba la gana de volver”, se exaltaba. De improviso, sin dar tiempo a sospecharlo, penetró por el ventanal abierto una fortísima racha de aire y dispersó las apreciadas cenizas.
Y algo incómodo se acrecentaba en su pecho: angustia y felicidad, sobresalto y ensoñación, deleitoso temor.
De improviso, como quien grita en un silencio eterno, dos mujeres enjoyadas y aristocráticas se acercaron hasta él y una de ellas, la menos joven, le preguntó con voz dulce y conmovedora: - ¿Algo le sucede?
Antonio Domínguez Hidalgo
Se le ha caído este billete -el desconocido escuchó a sus espaldas y volteó inmediatamente, era un voceador, mas a quien se dirigían no era a él, sino a un anciano que
de improviso había aparecido.
Antonio Domínguez Hidalgo
El lugar se veía tan peligroso que mi corazón se agitaba como si fuera a explotar; un profundo y sombrío abismo había aparecido de improviso, sin saber porqué, ante mi vista exploradora.
Bajé con presura y me quedé sorprendido al ver tanta belleza. De improviso escuché el ruido de un venadillo que pastaba por ahí; lo miré e imaginé que podría cazarlo con facilidad.
Es necesario ahora recordar que en marzo de 1994, a las pocas horas de la dolorosa muerte de mi entrañable amigo Luis Donaldo Colosio, en medio de la tragedia y de la incertidumbre económica que se gestaba, se desató una tremenda lucha por la sucesión de su candidatura: en esos días el ex presidente Luis Echeverría se presentó de improviso en mi oficina de Los Pinos, con gran urgencia, para proponer a “su” candidato.
DIECISIETE Los maestros neohumanistas de México hemos de tener presente el recuerdo de nuestra historia, tanto indígena como mestiza, a cada paso de la existencia, para dar a la Patria la alegría que sólo sus hijos podremos restituirle; esa felicidad que durante mucho tiempo ha deseado y que perdió de pronto, desgarradoramente, aquel día de agosto en Tenochtítlan. Fue como si de improviso le arrancaran la pujanza con la que avanzaba hacia la región de la solidaridad.