- Sí. No sé para qué se casaron. A él le hubiera salido más barato ir con la
Miss. - Y a ella también. - ¡Lo que es tener dinero para desperdiciarlo en caprichitos!
Antonio Domínguez Hidalgo
En mí suenan cascabeles, relucen bordados de oro, se agitan abanicos. Las cinco.- ¡Pobres cursis! Yo soy
miss five o’clock. Las seis.- Sí, ponte moños...
Emilia Pardo Bazán
Acompañábalo su hija,
miss Ellen, una de esas willis vaporosas y de ideal belleza, que tanto cautivan al viajero en un palco de Covent-garden o en las avenidas de Regent's Park.
Ricardo Palma
Míster Creakle, el director, estaba en una playa con mistress Creakle y miss Creakle; y si yo estaba allí, era como castigo por mi mala conducta.
Una ovación acogió la noticia. ¡
Miss Mariana se casaba! Ab-el-Korda fue el primero en felicitarla: el conde de la Espina y Marquesi al oír la noticia se alejó del comedor para regresar pocos minutos después con un hermoso collar de perlas falsas que le ofreció con el más señoril de los ademanes.
Roberto Arlt
-Entonces no hables de cosas tristes -dijo mamá-. Miss Betsey continuará encerrada en su casita a la orilla del mar y no será probable que venga a molestarnos.
einticuatro horas después de este accidente
miss Mariana se presentó en el comedor acompañada del radiotelegrafista y nos anunció: —Señores, les presento a mi novio.
Roberto Arlt
Fingimos no escucharla y por la noche hubo un gran baile a bordo. Mi primo Luciano, a especial pedido de
miss Mariana y del radiotelegrafista, fue puesto en libertad.
Roberto Arlt
Talle de vals es de Viena, ojo morisco es de España, crespa y espesa pestaña es de latina sirena; de Britania será esa piel cual la de la pulpa del lis y que se sonrosa en el rostro angélico de la
miss; esa ondulante elegancia es de la estelar París, y esa luminosa fragancia de las entrañas del país.
Rubén Darío
-Tú eres muy excéntrica -advirtió Margarita, que tiene por costumbre escandalizarse a cada momento, con un remilgo de gata pulcra, enemiga de estrépitos y trastornos-. Ni una
miss solterona te gana en excentricidad.
Emilia Pardo Bazán
Una tía de mi padre y, por consiguiente, tía abuela mía, de quien hablaré más adelante, era el magnate de nuestra familia: miss Trotwood, o miss Betsey, como mi pobre madre la llamaba siempre cuando se atrevía a nombrar a aquel formidable personaje (lo que ocurría muy rara vez).
Al desembarcar el cónsul se le acercó el brigadier, dio galantemente el brazo a
miss Ellen y la acompañó hasta el estribo del coche.
Ricardo Palma