No hay desdén para el tierno poeta en señalar el deplorable contraste. El buen D. Ramón, camarada de D. Benito, hubiera sido el primero en protestar.
No hay que perderle el hilo en que la lloro. De su olor para arriba, ¡ay de mi polvo, camarada! De su pus para arriba, ¡ay de mi férula, teniente!
Un camarada mío con muy buena labia y que sabía latín compra un par de gregüescos; regatea en el precio y acaba pagándolos a seis escudos.
El control de los envíos dirigidos a los internados no deberá efectuarse en condiciones que pongan en peligro la conservación de los artículos que contengan; tendrá lugar en presencia del destinatario o de un camarada por él autorizado.
El control de los envíos dirigidos a los prisioneros de guerra no deberá efetuarse en condiciones que pongan en peligro la conservación de los artículos controlados; tendrá lugar, a no ser que se trate de escritos o de impresos, en presencia del destinatario o de un camarada por él autorizado.
Al encontrarse el Guardia Civil algún amigo o camarada a quien haya de saludar, lo hará cortésmente, sin gritos ni ademanes descompuestos; siempre se valdrá para ello sus propios nombres ó apellidos, no usando jamás de apodos o motes, que tan poco favor hacen a quien los emplea.
35 Al poeta tierno, a mi camarada, quisiera, a Cecilio, papiro, digas que a Verona venga, dejando del Nuevo Como las murallas y la laria costa, pues ciertos pensamientos quiero de un amigo que escuche, suyo y mío.
Si hemos de creer al general Miller, amigo y camarada del general Santa Cruz, también este prócer (acerca del cual escribía el cónsul británico Wilson al general O´Connor: “Le aseguro que me acerco a este indio, con más respeto que al Rey de Inglaterra” .), estuvo en Montevideo nada menos que sirviendo a su defensa cuando los “sitios” patriotas de 1811 a 1814.
Manuel dejó de silbar, y dijo con su acostumbrada indiferencia: - Una vieja que presenció el delito dice que, luego que mató a López, ofreció que, si íbamos á buscarlo, tendríamos el gusto de verlo... - ¡
Camarada!
Pedro Antonio de Alarcón
-dijo un tercer miguelete, tomando parte en la conversación-. - ¡Hola! Es nuestro nuevo
camarada... ¿Cómo te va en nuestro Cuerpo?
Pedro Antonio de Alarcón
En vano todos los poetas sevillanos se arremolinaron pi- diendo gracia para su camarada, llevando la voz el noble y famosísimo dramático don Juan de la Cueva, quien presentó al Asistente, por ia de memorial, este soneto, menos bueno que bien intencionado: No des al febeo Alvarez la muerte i oh gran don Bernardino!
Porque Fidel siempre dice, cuídense, cuidado en las carreteras, los helicópteros, los aviones, etc. Siempre, son consejos del viejo Fidel pues, camarada Fidel.