Yo así la erré, forjándome quimera tras quimera: y el caso en suma no era ni enigma de la esfinge, ni embrollo de Babel: un español con su hijo vivía, al mundo extraño, hacía más de un año en el tugurio aquel.
Valga la verdad, hasta los chiquillos se reían, más o menos disimuladamente, de este pobre veterano (dando golpecitos sobre el sombrero), que les parecía una torre de Babel.
Schelling se deja ir a una etimología ingeniosa, pero que sólo tiene un valor metafórico. La confusión bíblica de las lenguas partió de Babel.
Aquí está la mar que no amarga, aquí está el Sahara fecundo, aquí se confunde el tropel de los que a lo infinito tienden, y se edifica la
Babel en donde todos se comprenden.
Rubén Darío
¡Ah, señora, si fuese posible a algunos el dejar su Babilonia, su Tiro, su
Babel, para poder venir a hacer su vida entera en esa luminosa y espléndida ribera!
Rubén Darío
Mediánez, de uniforme también, aunque no tan flamante como el de Arqueta. Aquella casa era una
Babel. Arqueta tuvo un momento de debilidad.
Leopoldo Alas
De una banca donde se arracimaban hasta dos docenas y media de mocosas, se levantaban, creciendo, atiplándose en terrible sonsonete, todos los horrores del deletreo: ere-a-ra, ere-i-ri, se oía por un lado; be-a-ba, be-i-bi, por otro; aquí, ese-a-ele, sal-gu-e-ve, alve; por allá, una trabazón de sílabas imposible de desenredar. Total: un
Babel chiquito.
Tomás Carrasquilla
Decir que si el Presidente del Senado exigía el cumplimiento de una ley que pedía al país entero ante el hecho gravísimo y provocativo de la internación de armas hacía el juego a la subversión, me da la impresión ya no de la Torre de Babel, sino de una distancia aún mayor para juzgar lo que ocurrió.
¿Qué es esto de Babel? Se dice que Bab-Bel, puerta de Dios. Nada de eso. La significación verdadera, la da la Biblia en el versículo 9.º: «Por esto fue llamado el nombre de ella Babel, porque allí confundió Jehová el lenguaje de toda la tierra y desde allí los esparció sobre la faz de toda la tierra».
¡Enrique!... ¡Enrique!... ¡Ah! ¡dónde encontrarlo en esta Babel! -¿Dónde? -replicó alguien allí cerca-. En el vagón que ocupan las personas venidas en aquel carruaje que se aleja.
Nacen así la Semiótica y sus ramas; la Lingüística del texto, la Semiótica Textual, la Narratología, la Gramatología, la Pragmática Lingüística, la Nueva Hermenéutica, la Nueva Retórica, etc.; la Sociolingüística y la Sociología Interaccional; la Psicolingüística; la Antropología Lingüística y Cultural; la Etnometodología, la Etnografía de la Comunicación, la Teoría de la Argumentación, heredera de la vieja retórica y un imponente etc.; no menos imponente que el de la aplicación, a veces en erróneas calcas, de las, ya para mediados del siglo XX, famosas escuelas lingüísticas: Ginebra, Praga, Copenhague, París, Londres, además de las teorías derivadas de Leonard Bloomfield. Asistimos así a la proliferación de nomenclaturas y a una Babel que parecía ilimitada.
Entre el inmenso gentío y entre barahúnda tanta, como en medio de un desierto, solo y silencioso vaga, soñador, pobre, abatido, sin que sus proyectos hayan un solo apoyo encontrado, merecido una mirada, el genovés navegante, que a la corte castellana desde la Rábida vino tras falaces esperanzas. Y el cual bien puede decirse que ha llegado en hora mala a aquel abreviado mundo, a aquella
Babel de España.
Ángel de Saavedra