Al oír el campesino aquello, se asustó tanto que le dieron ganas inmensas de vomitar y de su boca salió un horrible animal que parecía mezcla de lagartija, rana y pez, pues no era ninguno de ellos.
Hemos visto en torno, año tras año, la miseria cruel del campesino, la tribulación del urbano, el fracaso sucesivo de todas las instituciones, sin que llegara hasta nosotros rumor alguno de reviviscencia.
Acércate a Baba el Ciego. Baba beneficiará tu entendimiento con una historia hermosa.
Campesino del Borch, acércate a Baba. Baba te consolará mejor que tus podridas legumbres.
Roberto Arlt
Iván prosiguió atrevidamente con sus toqueteos y sus besos, hasta que ella, ardiente por sus abrazos, mostró tanto abandono como el campesino.
Las facultades extraordinarias que recibió en materia económica, sirvieron para apoyar las mejores causas populares, particularmente las del sector campesino.
En lo que a la práctica política se refiere, el radicalismo de esta corriente, de carácter urbano o campesino, con o sin base de masas, se reflejó en la preferencia casi general por la vertiente democrática del pensamiento ilustrado, representada por Rousseau y el constitucionalismo francés de 1793.
En todas partes... Activamente, en manifestaciones, en protestas, en mítines, en la acción en beneficio del obrero, del
campesino, del pueblo....
Antonio Domínguez Hidalgo
Lo aprehendió llena de repugnancia y lo arrojó lo más lejos que pudo, con tan mala suerte y tino, que fue a caer en la cabeza de un campesino que distraídamente sembraba en su chinampa.
POPOCATEPETL en ese atardecer, sintiendo el viento del norte soplar tibiamente y envolver su musculoso cuerpo de leñador y campesino, había perdido la tranquilidad que disfrutaba en su casta vida, adoradora de todo lo bello.
Abajo está el que somos color de la tierra, el indígena, el obrero, el campesino, el empleado, el maestro, el estudiante, el ama de casa, el colono, el intelectual, el artista, el religioso, el homosexual, la lesbiana, el desempleado, el joven, el hombre, la mujer, el anciano, el niño.
¡Campesino caído con tu verde follaje por el hombre, con la inflexión social de tu meñique, con tu buey que se queda, con tu física, también con tu palabra atada a un palo y tu cielo arrendado y con la arcilla inserta en tu cansancio y la que estaba en tu uña, caminando!
Habían acostumbrado al pueblo de tal manera a mirar para los norteamericanos que yo me acuerdo, en los primeros tiempos de la campaña de la Sierra Maestra, que a cada rato llegaba corriendo un campesino y, como quien traía una buena noticia, me decía: “Oigame, hay siete barcos americanos que están llegando a La Habana, y dicen que los americanos van a intervenir.” Habían acostumbrado al pueblo a pensar que intervenir era una cosa buena; que, por ejemplo, para quitarse la dictadura de encima, el que intervinieran los norteamericanos era una cosa buena.