Yo hacía el número once, es decir, yo moriría el undécimo. Entonces pensé en mi
mujer y en mi hija, ¡en ti y en tu madre, hija mía!
Pedro Antonio de Alarcón
¡Hoy nos ha nacido una pequeña!... Revenga, en silencio, besó las manos, besó a bulto la cara y el traje de su
mujer. Temblaba, más de vergüenza y de remordimiento -es justo decirlo- que de gozo.
Emilia Pardo Bazán
De Areal aquí hay la carreriña de un can. No me paré a resollar ni tan siquiera un menuto, porque te corría prisa la caja,
mujer.
Emilia Pardo Bazán
Sus labios se abrieron por fin, y fue para repetir desatentadamente: -¿Cómo has sabido...? Mira, yo no veo a esa
mujer..., te juro que no, que no la veo...
Emilia Pardo Bazán
quellos que consideran a la
mujer un ser débil y vinculan en el sexo masculino el valor y las dotes de mando, debieran haber conocido a la célebre Pepona, y saber de ella, no lo que consta en los polvorientos legajos de la escribanía de actuaciones, sino la realidad palpitante y viva.
Emilia Pardo Bazán
¿Por qué la engañaban, a ella que era incapaz de engañar, enemiga de la falsedad y el embuste? ¿Cabía salir de casa despidiéndose con una sonrisa y una caricia para ir a pasar horas en compañía de otra
mujer?
Emilia Pardo Bazán
¡Todo un verano segando bajo el fuego del sol!... ¡Todo un verano lejos de mi pueblo, de mi
mujer y de mis hijos! ¡Así he reunido, con mil sudores y privaciones, esa suma, con que podríamos vivir este invierno!...
Pedro Antonio de Alarcón
Hablando, hablando, a la hora del desayuno se lo ha contado a las compañeras, una
mujer ya anciana, aguardentosa de voz, seca de calcañares, amarimachada, que fuma tagarnina, y una mozallona dura de carnes, tuerta del derecho, con magnífico pelo rubio todo empolvado y salpicado de motas de tierra, a causa de la labor.
Emilia Pardo Bazán
Sobraban unas perras; las devolvió, echándolas en el regazo de la costurera, que había vuelto a sentarse. -Aún es de más,
mujer...
Emilia Pardo Bazán
Ya salía a pie un ratito, apoyado primero en el brazo de su
mujer, después en un bastón, a cada paso más derecho, con menos temblequeteo de piernas.
Emilia Pardo Bazán
Manceba, encubridora y espía de ladrones; esperándolos al acecho para avisarlos, o a domicilio para esconderlos; ayudándolos y hasta acompañándolos, se ha visto a la
mujer; pero la Pepona no ejercía ninguno de estos oficios subalternos; era, reconocidamente, capitana de numerosa y bien organizada gavilla.
Emilia Pardo Bazán
El Capitán había vuelto a amostazarse al ver en escena a otra
mujer; pero la relación de la gallega le impresionó tanto, que no pudo menos que exclamar: -¡Lástima que no hayan ustedes hecho esta buena obra por un hombre mejor que yo!
Pedro Antonio de Alarcón