Aparece en un relato corto que lleva su nombre Sneglu-Halla þáttr como un poeta que hablaba más de la cuenta y amigo de tomar el pelo de forma retóricamente arriesgada.
En la última etapa del programa, la función de tomar el pelo ha prevalecido, llegando a quedar la petición de hora, prácticamente desterrada.
Este señor se creyó que nosotros estábamos pintados en la pared, o que no sabíamos lo que estábamos haciendo; creyó, a lo mejor, que al decir que Batista se había caído, todo el mundo se iba a poner muy contento, y le iba a tomar el pelo a toda el mundo (EXCLAMACIONES DE: “¡No saben quiénes son los barbudos!”).
Y sin sospecharlo siquiera, reunidos por tal mo-tivo, los malpensados hicieron sus deducciones y sonriendo macabramente emitieron su juicio. A ellos no los iban a engañar ni a
tomar el pelo con falsas poses de salvadores de la humani-dad.
Antonio Domínguez Hidalgo