Ejemplos ?
-Pero, prosiguió Sócrates, ¿posee la cosa que desea y ama o no la posee? -Me parece lo más verosímil que no la posea, contestó Agatón.
Cuando se empezó a solevantar la tierra, porque acudieron vecinos de las casucas y tabernas desparramadas por el camino real, costó trabajo descubrirle; lo más fuerte del desplome había recaído sobre el pecho.
Y todo esto, sin embargo, no sólo no está mal en un hombre que ama, sino que, al contrario, le sienta maravillosamente; no solamente se soportan las bajezas sin ver en ellas nada deshonroso, sino se le aprecia como a un hombre que cumple bien su deber; y lo más extraño todavía es que los amantes son los únicos perjuros a los que no castigan los dioses, porque se dice que en el amor no obligan los juramentos, ya que es verdad que en nuestras costumbres los hombres y los dioses permiten todo a los amantes.
¡Bajo una condición precisa, inmutable, cardinal, tengo el honor de pedirle su mano..., hoy... en cuanto arreglemos los papeles... lo más pronto posible; que yo no puedo vivir ya sin usted!
-refunfuñó la señora Dolores dando un punto reposo a sus manos esqueléticas y renegridas. -De cuasi juelga -repúsole el viejo sonriendo maliciosamente-; polque pa juelga le faltó cuasi lo más necesario.
Porción de viejos achacosos cayeron en consunción por falta de nutritivo caldo; pero lo más notable que sucedió fue el fallecimiento casi repentino de unos cuantos gringos herejes que cometieron el desacato de darse un hartazgo de chorizos de Extremadura, jamón y bacalao y se fueron al otro mundo a pagar el pecado cometido por tan abominable promiscuación.
Pero lo más sorprendente es que no sólo nacen y mueren en nosotros nuestros conocimientos de la misma manera (porque en este sentido cambiamos incesantemente), sino que cada uno de ellos en particular experimenta las mismas vicisitudes.
Contélos, si a dicha el lacerado se errara, y hallé su cuenta más verdadera que yo quisiera. Lo más que yo pude hacer fue dar en ellos mil besos y, lo más delicado que yo pude, del partido partí un poco al pelo que él estaba; y con aquél pasé aquel día, no tan alegre como el pasado.
-Pos dos chuscos ca veinticuatro horas y to lo que quiée tomar de café y de bebía y de to lo que el cuerpo le píe, y además que siempre que a cualisquiera le sopla una güena racha, le da lo más o lo menos.
Cuando ya se hubieron perdido de vista, una sonrisa burlona serpeó en los gruesos labios de todos los habitantes del cortijo, y -Usté, agüelito -dijo el Caracolo al viejo, que no había cesado un punto de tejer la soga- a la loma del Almendral, y tú, Perezoso, a la del Grajo, y tú, Márgara, al cruce de los Matorrales, a tener cudiao con esa gente, y si los ven ostés de golver, ya sabéis, un escopetazo a la luna, Y diciendo esto se lanzó rápido hacia lo más espeso del monte.
«Sí, estará malo, fijamente estará malo», pensaba algunas horas después llena de profunda inquietud Dolores, al par que registraba con sus hermosísimos ojos las verdes frondas del huerto; y cuando ya las melancólicas claridades del crepúsculo empezaban a matizar de misteriosas tonalidades el espacio, las verdes ramas y las azules lejanías, una voz dulce y triste, la voz de Joseíto, resonó allá en lo más hondo del huerto...
-Pero ¿cuánto tiempo cree usté que tardará entoavía en poer izar el ancla ese barco? -Pos yo creo que será cuestión de quince días, a lo más tardar.