lo siento

Traducciones

lo siento

sorry

lo siento

mi dispiace
Lo siento   
Collins Multilingual Translator © HarperCollins Publishers 2009
Ejemplos ?
xpresa los efectos del amor divino Traigo conmigo un cuidado y tan esquivo que creo que aunque se sentirlo tanto, aun yo misma no lo siento.
Gran celebridad es la que me pierdo por no tener recursos, y lo siento, no por la celebridad, sino porque la obra se quedará en proyecto, como todas las buenas.
No faltarán adoradores de la rutina que estimen descabellada tal idea. Lo siento mucho por ellos, y si son maestros, por los pobres discípulos a quienes cupo la inmensa desgracia de tener tales maestros.” Y más abajo continúa hablando como novedosamente se cree disertar hoy, año diez del siglo XXI: “Los libros, como los maestros, no han de decir todo al alumno, sino más bien provocar las reflexiones y pensamientos de éste.
¡Será la última vez! —¿La última...? ¡Ja! —Lo siento... No puedlo atenderlo... —Pero usted tiene la obligación... Para eso es enfermera...
Ya sé que a lo mejor arman una manifestación los empleados que trabajan en la cosa de quitar los muebles (RISAS Y APLAUSOS). Si es así lo siento, porque a esa manifestación no le hacemos caso, tengan la seguridad.
Don Juan se levantó haciendo a sus invitados un gesto que bien podría traducirse pur un: «Lo siento, esto no pasa todos los días.» ¿Acaso la muerte de un padre no sorprende a menudo a los jóvenes en medio de los esplendores de la vida, en el seno de las locas ideas de una orgía?
Cuando la noticia de lo que había pasado llegó a oídos del Melindres, ilustre unigénito del Calderero, que llegó por conducto de Joseíto el Tulipa, uno de sus compadres de más alta jerarquía, quedose meditabundo el muchacho, enarcó las pobladas cejas, rascose sin necesidad la cabeza, echándose al hacerlo, sobre la frente el amplísimo pavero, y murmuró con voz de un tantico alcoholizadas inflexiones: -Pos lo siento, chavó, porque eso puée traer su miajita de cola.
--Sí..., sí..., ¡fandango! ¡Baile nacional! --Lo siento mucho, hijos míos; pero no me es posible tocar la corneta. --¡Usted, tan amable!...
no me quieren por mis niños... dicen que son muchos... —habló atropelladamente. —¡Lo siento! No tiene por qué contarme su vida... No me interesa.
—¿Sí...? —y sonrió con desgarrante amargura. —Quisiera que me diera su autógrafo... —No puedo... lo siento... Ahora no... Otro día...
Por eso, discúlpenme que yo me enfervorizó un poco cuando hablo, pero la verdad es que lo siento así y creo que tenemos una magnífica oportunidad de esa patria virtuosa que soñaron tantos hombres cuyos nombres fueron hoy aquí invocados, San Martín, Bolívar, Artigas, yo le agrego a Manuel Belgrano, a Mariano Moreno, a la Juana Azurduy, convertida en generala del Ejército Argentino por esta Presidente, a Manuela Sáenz, a tantas mujeres anónimas, a las que acompañaban a los ejércitos libertadores para darles la comida, los víveres y lo que había que darles además a los hombres cuando iban al frente, al combate sin falsos pudores o tonterías.
-Me hace usted poco favor, Teresa. -Lo siento, pero yo digo siempre la verdad. Cuando usté pasó el domingo junto a nosotras, íbamos hablando de eso una amiga y yo.