Ejemplos ?
“(...) Pero tiene todavía demasiado miedo para ponerse en camino. Y tampoco está preocupado por nosotros: si vamos a ir con él o no.
Debido al éxito de la película, ahora Zemeckis estaba en posibilidades de ir con Spielberg sin sentir que un nuevo fracaso en taquillas pudiese afectar su trayectoría como director.
Durante el tiempo que fue empleado del almacén de Aragón, solía ir con un grupo de compañeros de trabajo a La Sirena, ubicado en la esquina de Aquiles Serdán y Zaragoza, un lugar donde servían el famoso café de 'Greca´.
Luego, contestando a no sé qué objeción que el cochero me opone, como si hubiese ya retenido sus servicios mucho tiempo y se hallase fatigado, añado: `Por la vía no puedo ir con usted'.
MARGARITA. Si no calláis, venid conmigo. TERESA. Ir con vos fácil es; pero callar.... (Vanse MARGARITA y TERESA. DON PEDRO se quita la espada y la pone sobre un bufete.) = DON PEDRO, ISABEL PEDRO .
(«Por la vía no puedo ir con usted.») Mi negativa ha sido una especie de castigo por haberse quejado de que llegaba a fatigarse (circunstancia que pasa el sueño sin modificación ninguna), en mi afán de no dejar de ver nada interesante, obligándole a correr todo el día de un lado para otro.
(«Por la vía no puedo ir con usted.») Pero teniendo en cuenta la dificultad de confundir un coche con un tranvía, habremos de deducir que la confusión y el absurdo de toda esta enigmática historia han sido voluntariamente producidos.
hiciere por ser tanto mayor su ministerio, y aunque se debe ir con esta consideración para las menores dignidades, donde viene a ser más indispensable el desnudarse V.
El verlos ir con tanto aparato, en sillas si hacía sol, en coche si llovía, me hizo considerar y reparar en la mucha llaneza con que su padre iba a la Lonja a negociar sus negocios, porque no llevaba otro criado que un negro, y algunas veces se desmandaba a ir en un machuelo aun no bien aderezado.» CIPIÓN.—Has de saber, Berganza, que es costumbre y condición de los mercaderes de Sevilla, y aun de las otras ciudades, mostrar su autoridad y riqueza, no en sus personas, sino en las de sus hijos; porque los mercaderes son mayores en su sombra que en sí mismos.
Yo tenía quince años, una ansia grande vida y de mundo. Y una de las cosas que más ambicionaba era poder salir a la calle, e ir con la gente de una de esas serenatas.
Ramoncito no es como otros, que nacieron para pobretes; Ramoncito, hoy, «se las arregla», y mañana se casará con una rica, de las muchas que por él beben los vientos; y su mujer no se verá en el caso de tener que ir con el cesto a la compra, como le ha sucedido a toda una doña Josefa Galíndez de Camarena esta misma mañana, por encontrarse sin servicio -en el día, quien no puede pagar sueldos de cinco duros, no halla criados-.
Las institutrices y damas de compañía que a veces tienen que ir con las muchachas o con los niños, en los bailes infantiles, y a quienes no se decide nadie a dar la mano, aunque ellas hacen sus conatos de adelantarla tímidamente; las parientas pobres, insignificantes, embutidas en un traje mil veces remendado y que fue desecho de su rica parienta; las feas de solemnidad, a las cuales nadie lleva el buffet ni da un rato de palique: las cursis francamente cursis, que parece que tienen la peste y van mendigando un saludo y una palabra..., y, sobre todo, los músicos.