Ejemplos ?
Han venido a recibirse de ella dos hermanos, rubios, jóvenes, con muchas pecas en la cara, polainas en las piernas y gorrita de paño a cuadros en la cabeza.
A pesar de que los agentes estaban acostumbrados a presenciar espectáculos horripilantes, todos se estremecieron a la vista de lo que fue encontrado debajo del mantel a cuadros rojos y blancos, y en la habitación del ático.
El perito se enjugó la frente con un pañuelo a cuadros, como si quisiese demostrar que un refresco le vendría de perlas, y, así que hubo trasegado el licor germánico con su corona de espuma, refirió el episodio...
Abajo estaban las techumbres del Valparaíso que hace transacciones, que anda a pie como una ráfaga, que puebla los almacenes e invade los bancos, que viste por la mañana terno crema o plomizo, a cuadros, con sombrero de paño, y por la noche bulle en la calle del Cabo con lustroso sombrero de copa, abrigo al brazo y guantes amarillos, viendo a la luz que brota de las vidrieras, los lindos rostros de las mujeres que pasan.
Una serie de diminutos arroyuelos lo surcaban en línea recta de lado a lado y las franjas de terreno que quedaban entre ellos estaban divididas a cuadros por unos pequeños setos vivos que iban de orilla a orilla.
5) ASUMIR, RESPECTO DE LA IMPROBABILIDAD DEL ENFRENTAMIENTO ARMADO CON FUERZAS BRITÁNICAS, UNA ACTITUD DE CERTEZA TAL, QUE TRANSMITIÓ A CUADROS Y TROPAS DEPENDIENTES UNA CLARA EXPECTATIVA DE EXITOSA EVOLUCIÓN PACIFICA DEL CONFLICTO.
De cintura, lleva el clásico pañuelo azul, a cuadros, bien arrollado y rebosando de paquetes y atados, lo que casi duplica el volumen de su pequeño cuerpo, y acaba de hacerle perder toda forma humana.
Por allí un cerco verde, en el cual columbrábase el gañán, guiando la pareja de bueyes que araba la tierra; por otro lado dos o tres peones cerraban una compuerta; venía camino abajo, en su burro, una india, envuelta en su pañolón a cuadros; y, por todas partes, bajo el caliente sol, laboraban las sencillas gentes, cantando, solos, bajo el cielo, mientras que en mí se filtraba una indecible tristeza que a cada recuerdo de los parientes, crecía.
La cosa que había hablado no podía hablar más porque se había encogido completamente. Ammi lo cubrió con un mantel a cuadros blancos y rojos y salió de la casa por la puerta trasera.
Las manos llenas de bultitos envueltos en pañuelos de algodón azul a cuadros, se aproxima al camino real y con un gesto entre majestuoso y enojado, les dice a los niños que siguen gritando como teros: ¡«Pero, callensen, muchachos!» Efectivamente, se divisa a lo lejos un bulto grande de aspecto algo extraordinario, que se aproxima rápidamente, entre una espesa nube de polvo; y cuando viene llegando, media docena de perros echan a correr por delante de los caballos y por detrás de la máquina, ladrando como desesperados, y desafiando los latigazos, que de lo alto, les dirige el mayoral.
Hasta cabe no recordar aquel vestir tan curioso, proyección visible de un criterio anticuado: el levitón alto de cuello y estrecho de bocamanga, ceñido al talle y derramado por los muslos de amplísimos faldones; el chaleco ombliguero; el reloj con dijes; el pantalón sujeto al botín blanco por la trabilla de los lechuguinos de 1825, pero generalmente abrochado de un modo asaz incorrecto; el corbatín de raso; la almilla de franela, color de azafrán; la chistera cónica; el pañuelo de hierbas a cuadros...
Sabemos positivamente que un establecimiento literario en París trata de enviar a nuestro suelo, con anuencia y protección de su Gobierno, comisionados encargados de diseñar o de comprar a cualquier costa cuanto puedan encontrar en punto a cuadros y manuscritos, etc., etc.