a casa

Traducciones

a casa

home, round

a casa

doma

a casa

hjem

a casa

heim

a casa

kotona

a casa

kući

a casa

a casa

a casa

我が家へ

a casa

집에

a casa

thuis

a casa

hjem

a casa

do domu

a casa

para casa

a casa

hem

a casa

ที่บ้าน

a casa

evde

a casa

ở nhà

a casa

回家
Collins Multilingual Translator © HarperCollins Publishers 2009
Ejemplos ?
Me detuve para esperarle, pero me dijo que siguiera adelante. Al llegar a casa de Agatón, encontré la puerta abierta y hasta me ocurrió una aventura bastante cómica.
Cuando la mujer llegó a casa de la abuela, la mujer dijo a la abuela: “Llego, oh madre, yo Tu nuera, yo Tu hija, oh Madre”; así dijo al entrar en casa de la abuela.
Y nos separamos. Volví a casa lentamente, feliz y desahogada como si regresara de la primera cita de amor que se repetíría esa noche.
¡Cuántas veces, a mediodía como ahora, ha cruzado volviendo a casa ese potrero, que era capuera cuando él llegó, y antes había sido monte virgen!
Subercasaux se dio por primera vez cuenta exacta, en esa noche, de que los dos compañeros que había abandonado a la noche y a la lluvia eran sus dos hijos, de cinco y seis años, cuyas cabezas no alcanzaban al cubo de la rueda, y que, juntitos y chorreando esperaban tranquilos a que su padre volviera. Regresaban por fin a casa, contentos y charlando.
Y penetró Paco en el pueblo luciendo su gallarda apostura sobre su caballo, que ostentaba de vivos colores el flamante aparejo redondo; y llegó a casa de Clotilde, la cual habiéndole visto desembocar en la calle, esperábalo ya con cara un tanto mohína y cejijunta en la puerta.
-preguntó, a la vez que cogía una de las desfallecidas manos a la enferma, que seguía mirándole con el espanto en los ojos, y al ver que nada le respondía, continuó con voz dulce y acariciadora-: Me he enterado por mi hermana de que estás algo malucha, y ahora, al pasar por la esquina, pues voy a casa de Bastián, que tiene a la menor de sus mozas con un calenturón que la está achicharrando, pues me dije yo: «Ya que estamos tan cerca, vamos en un vuelo a ver a Rosalía, y a llevarle este escapulario de la Santísima Virgen de Lourdes, para que durante tres meses la rece tres Avemarías en acción de gracias por haberle devuelto la salud».
No podía ya ver a la pareja de novios ni a sus regocijados padres, pero durante largo rato los estuvo oyendo cantar y charlar alegremente. Llegaron en esto dos chiquillos campesinos, que, mirando por entre las cañas, descubrieron la botella y se la llevaron a casa.
Una vieja urraca se acurrucó bien entre sus plumas, mientras murmuraba: «No tengo más remedio que irme a casa; el frío de la noche no le sienta bien a mi garganta».
En las jieles, como él decía, viose el pobre señor Juan para meter en cintura al Cachete, el cual, vencido al fin, se dejó caer sobre el lecho, y un sollozo profundo brotó de su garganta, y las lágrimas surcaron sus demacradas mejillas. El señor Juan, al salir de la casa de Curro, dirigióse a casa de Rosario, la abandonada mujer del Cachete.
Antes de haberlos recorrido todos, se había puesto el sol; claro que había empezado algo tarde. Se enfrió el ambiente, cayó el rocío, mientras soplaba el viento; lo mejor era retirarse a casa.
¿No dice así el Corán?- preguntó, y tradujo al latín el nombre del insecto, describiendo su especie y su naturaleza. El mayor de los hombres no era partidario de llevárselo a casa; tenían ya bastantes buenos ejemplares, decía.