El abogado defensor perora, golpeando el pupitre con la mano; emborrona papel un escribano, mientras oye el fiscal, indiferente, el alegato enfático y sonoro, y repasa los autos judiciales o, entre sus dedos, de las gafas de oro acaricia los límpidos cristales. Dice un
ujier: «Va sin remedio al palo.» El joven cuervo la clemencia espera.
Antonio Machado
Anduvieron largo rato por arboledas magníficas, dejando atrás fuentes, estatuas y estanques soberbios, y al fin entraron por el peristilo de un gran palacio, y los guardias que estaban en la escalera se apartaron con respeto, dejando pasar a Florina. Ante una puerta cubierta con rico tapiz de seda y oro estaba un
ujier, que, inclinándose, dijo: -Su majestad espera.
Emilia Pardo Bazán
ARTICULO 82º.- REQUISITOS. Para ser Oficial de Justicia, Notificador o Ujier, se requiere mayoría de edad. ARTICULO 83º.- DESIGNACION.
-Y al salir que le corten la cabeza -añadió la Reina, dirigiéndose a uno de los ujieres. Pero el Sombrerero se había perdido de vista, antes de que el ujier pudiera llegar a la puerta de la sala.
Pero al día siguiente, a mediodía, Emma recibió un protesto; y a la vista del papel timbrado, donde aparecía varias veces y en grandes caracteres: LICENCIADO HARENG, UJIER EN BUCHY, se asustó tanto, que fue corriendo a toda prisa a casa del tendero.
A imitación de la ley ateniense y según las prácticas del Areópago, el ujier prohibió a los abogados de las partes exordios que excitaran la compasión...
Sin embargo, hizo un llamamiento a los tribunos, y cuando nadie intervino para suspender el procedimiento y era tomado por un ujier, dijo: "Apelo".
Ya los magistrados ocupaban sus elevados sitiales y el ujier reclamaba silencio, cuando de pronto, un grito unánime de todos los espectadores pidió que, en razón a la afluencia de personas y a loa peligros que podía causar tal aglomeración, se efectuara la vista de tan importante causa en el treatro.
Pronto los ujieres me hacen adelantar hasta mitad del escenario, como una víctima. El ujier dio una voz. estentórea; llamaba al acusador.
No vaciléis, pues, en condenar a un extranjero por un crimen del cual castigaríais severamente a un ciudadano vuestro.» Después de este terrible requisitorio, detuvo el viejo su formidable voz. El ujier me dijo que si yo tenía algo que responder, hablase.
Santini, ujier antiguamente de Napoleón, y a quien su extremo rendimiento había conducido hasta seguir a Napoleón a Santa Helena, decía él, bajo cualquier pretexto que fuese es Córcega.
convenientemente cerrada hasta entonces, se abrió en el momento más inoportuno, haciendo coincidir el último verso con la vos resonante del ujier que anunció secamente: Su eminencia el Cardenal de Borbón.