¿de qué? -murmuraron los franceses, procurando levantarse. Pero estaban tan "ebrios", que no podían
moverse de sus sillas. - ¡Que entren!
Pedro Antonio de Alarcón
Cuando se acercaba la noche, Ammi se las arregló para marcharse, ya que ningún sentimiento de amistad podía hacerle permanecer en aquel lugar cuando la vegetación empezaba a brillar débilmente y los árboles podían o no moverse sin que soplara el viento.
Comprendí que en aquella habitación del ático no quedó nada que se moviera, y que no dejar allí nada capaz de moverse debió de ser algo horripilante y capaz de acarrear un tormento eterno.
Con aquella salida de sus orejas otorgaban honra y reverencia a los nuevos futuros seres; con la brotada de su lengua, les daba el poder de las palabras florecidas; con las de sus brazos, el esfuerzo y la valentía para construir un mundo mejorado; con la de sus muslos, la ligereza y la rapidez para moverse sobre la Tierra, cual XÓLOTL huyendo de la muerte en pos de la creación; con la de las pantorrillas, el equilibrio para no caer y sostenerse firme en su camino hacia la perfección.
Dijérase que aquella diosa honrada de la clase media había estudiado su modo de vestirse, de peinarse, de mirar, de
moverse, de conllevar, en fin, los tesoros de su espléndida juventud en tal forma y manera, que no se la creyese pagada de sí misma, ni presuntuosa, ni incitante, sino muy diferente de las deidades por casar que hacen feria de sus hechizos y van por esas calles de Dios diciendo a todo el mundo: Esta casa se vende...
Pedro Antonio de Alarcón
Pero como tengo mucho sueño, me permitirá usted que deje para mañana el enviar ese atento recado al señor Marqués de los Tomillares. Buenos días, señor don Jorge; hasta luego. ¡Cuidadito con
moverse! -¡Yo no me quedo sola con este señor!
Pedro Antonio de Alarcón
Sin novedad alguna que de notar sea, transcurrieron otros quince días, y llegó aquel en que nuestro héroe debía de abandonar el lecho, bien que con orden terminante de no
moverse de una silla y de tener extendida sobre otra la pierna mala.
Pedro Antonio de Alarcón
¡Estoy envenenado! Y a un segundo esfuerzo para incorporarse, se le erizó el cabello de terror; no había podido ni aun
moverse. Ahora la sensación de plomo y el hormigueo subían hasta la cintura.
Horacio Quiroga
Allí, los soldados del imperialismo encuentran la incomodidad de quien, acostumbrado al nivel de vida que ostenta la nación norteamericana, tiene que enfrentarse con la tierra hostil; la inseguridad de quien no puede moverse sin sentir que pisa territorio enemigo; la muerte a los que avanzan más allá de sus reductos fortificados, la hostilidad permanente de toda la población.
La diferencia que se encuentra entre estas tres especies de hombres procede de la diferencia de sus principios: el sexo masculino está producido por el Sol, el femenino por la Tierra y el compuesto de los otros dos por la Luna, que participa de la Tierra y del Sol. Tenían de estos principios su forma, que es esférica, y su manera de moverse.
Todo lo vieron, conocieron todo el mundo entero; cuando miraban, en el mismo instante su vista miraba alrededor, lo veía todo, en la bóveda del cielo, en la superficie de la tierra. Veían todo lo escondido sin antes moverse.
Los muñecos, el rey y toda la comparsería estaban revueltos, y eran ellos los que así suspiraban, mirando fijamente con sus ojos de vidrio, pues querían que también se les untase un poquitín con la maravillosa pomada, como la reina, para poder
moverse por su cuenta.
Hans Christian Andersen