Le conocía yo, sin embargo, como matemático y como poeta, y mis medidas fueron adaptadas a su capacidad, con referencia a las circunstancias de que estaba rodeado. Le conocía como a un cortesano, y además como un audaz intrigante.
En los colegios y en las universidades, establecimientos burocráticos, condenados a la misma carcoma rutinaria e intrigante que el ministerio de que dependen, es imposible profesar ni aprender dignamente la ciencia.
En el primer combate le derrotó un orador florido; en el segundo, un intrigante; en el tercero, el Ministro, que no quiso darle la cátedra a pesar de ir Aquiles en el lugar principal de la terna, por considerarle peligroso para la enseñanza.
Y que por lo tanto es muy necesario que esas cuestiones las tengamos presentes y que el pueblo nos ayude condenando al demagogo, condenando al farsante, condenando al intrigante y, además, condenando también al funcionario que no cumpla y diciendo quién es, pero diciéndolo sobre bases.
Y de una plumada quedó nuestro hombre destituido de su empleo; pues don Simón formuló el siguiente raciocinio: «O ese individuo es un
intrigante contemporizador, que está bien con el diablo y con la corte celestial, o un memo a quien todos manejan a su antojo.
Ricardo Palma
Enrique lamentaba no tener tanta erudición como para saber el origen de ese misterio que se le clavaba ya como una ortiga en el cerebro o como un arenisco en la piel. Un día decidió marchar a esos lugares para investigar y ver si alguien de esas zonas podría aclararle ese intrigante enigma.
-Adolfo lo escogió y lo trajo de París, le dijo la señora de Grassins al oído. -¡Trabaja, trabaja, condenada intrigante! se decía para sus adentros el presidente.
Si-Tay-Chong era plebeyo, astroso, mala persona, bajo de alma y de cuerpo, de espíritu mefítico, de uñas largas y negras, pedigüeño en su mocedad, insolente en su apogeo; adulador de los señores, déspota de los infelices, megalómano, cínico, inmoral, bruto, sucio, servil, falso, artero, intrigante, malévolo, presuntuoso, vacuo, fatuo, desleal, sin ley, sin conciencia, sin dios, algo buen mozo y de ojos dormidos, creía poseer el secreto de las siete ciencias, la trascendental filosofía de Buda, las sabias máximas de Confucio, las dotes literarias de Li-Kay-Pé, el noble uso de las armas, la difícil ciencia de administrador y la brillante virtud de la oratoria.
Un hombre de talento o un intrigante se dicen: «Me he equivocado.» El interés y el talento son los únicos consejeros conscientes y lúcidos.
Está fuera de duda que, al contrario del adulador y del intrigante, el hombre recto y de mérito no se prodiga, y se queda en su rincón si no se le busca.
Desde que vino usted aquí no ha sido más que un intrigante, y ahora envidia usted mi posición; pero les advierto que no conspiren contra mí, porque yo sabré defenderme.
En esto no tengo otro objetivo que el que Rose le ha dado a conocer, y si al mismo tiempo se pueden consolar las penas del buen hombre que usted me trajo aquí, pues no le quiero mal, lo que ya es bastante de mi parte, y salvar a mi hijo del peligro de volver a caer en los lazos de esa intrigante.