Recuerdo ahora que la temporada última invité a comer a un tremendo conspirador, hombre que había hecho volar con dinamita a infinidad de gente y que llevaba siempre una cota de mallas y un puñal escondido en la manga.
El Anciano caballero dormía -pensaba yo- un sueño bienaventurado entre las densas cortinas de tercipelo verde, agitadas ahora por el tenaz insomnio que circulaba con mi sangre de conspirador y de algo más: de curioso.
Evadióse, y ahora anda extraviado como una aguja en esos mundos de Dios. ¡Incorregible conspirador! Guárdelo el cielo que un día termine su confesión, y podamos saber, bella Cristina, el fin de su culpable y bien castigado espionaje.
El empírico ateo, el atrevido conspirador que aguarda al emisario del extranjero club, el distraído filósofo alemán, el visionario romántico poeta, el aburrido comunista sin renta ni salario, como si un mismo ser les diera un alma beben y fuman con la misma calma.
Por fin, el tentador de Satanás, el Tirteafuera moderno, el latoso que en tiempos de Don Quijote fue a tomarle el pelo a Sancho a la hora de almorzar; por fin, el charlatán enemigo de Dios, de los hombres, y del reposo, se resuelve a irse después de dos horas, de dos espantosas horas de lata con gestos, guiños de ojo, posturas de opereta italiana y expresio-nes de
conspirador.
Roberto Arlt
En la vida de Cáceres brilla una época gloriosa: cuando luchaba con Chile y se había convertido en el Grau de tierra; en la existencia de Piérola se destaca siempre la figura borrosa del conspirador y signatario de contratos .
Cierto presidente de cuyo nombre me acuerdo, pero no se me antoja apuntarlo, veía un
conspirador en todos los que no éramos partidarios de su política, y daba gran trajín a la autoridad de policía, encargándola de echar guante y hundir en un calabozo a los oposicionistas.
Ricardo Palma
Hízose así, y Camilo tomó tan a pechos el oficio de conspirador, que faltaba de casa días enteros, y por las mañanas solía pedir a la Mayorazga «cuartos para pólvora..., cuartos para unas escopetas que descubrí en tal o cual sitio».
Pero el diablo hizo que de repente llegara de la península el navío Asia con su cargamento de bandidos o de talaberas, y que alebronado algún
conspirador fuera con la denuncia al mismísimo Abascal.
Ricardo Palma
A Proaño le dijo el comandante Vaquero, que era el jefe de los esbirros, que el gobierno lo desterraba por
conspirador; un pretexto, como otro cualquiera, para alejar estorbos.
Ricardo Palma
En Roma no tiene igual: Séneca es interesante cuando, entrando el conspirador en el palacio de Augusto, le hace decir al gran déspota: «Cina, toma una silla»; pero muy lejos se halla el poeta romano del francés cuando éste levanta el vuelo y va a llamar a las puertas de la Belleza Infinita.
Celoso, como un relámpago, todo lo ataca, y como no puede alcanzar a todos, ha elegido como víctima a un hombre al que considera el principal conspirador: vuestro general.