Fue campeón de TC Pista y quedó ciego tras un hecho de inseguridad: “Con amor perdoné hasta a los que me dispararon”

Roberto Rivas es un ex piloto de carreras que perdió la vista hace 24 años tras quedar atrapado en un tiroteo. En una charla honesta con Realidades, cuenta cómo, luego de un arduo proceso de aceptación, logró adaptarse a su nueva vida

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Realidades - Roberto Rivas

En una charla a puro optimismo con Realidades, cuenta su historia de superación y cuál es el nuevo sueño que lo motiva. Ya sin la urgencia de los primeros años, no pierde la esperanza de volver a ver y sueña con el día en que pueda correr nuevamente en un auto de carreras.

“La gente, muchas veces, se sorprende por cómo estoy tan contento de vivir esta vida ciego, y yo digo ‘pero ¿cómo no voy a estar contento si la puedo contar? Puedo vivir’”, afirma convencido. Rememora los primeros días de su nueva vida y los mayores obstáculos que debió afrontar y que sigue afrontando.

Le preocupa la falta de inclusión y que nadie piense en los ciegos. Sin eufemismos y sin resentimientos, Roberto ganó la carrera menos esperada: la de los prejuicios propios y ajenos.

Roberto Rivas: "Elegí la vida así como me toca, con un sentido menos, no me quedé mal en una cama".
Roberto Rivas: "Elegí la vida así como me toca, con un sentido menos, no me quedé mal en una cama".

— ¿Quién sos?

— Hace 24 años perdí la vista. Yo antes corría en autos de carrera, corría en turismo de carretera, salí campeón en el año 98 y hacía un deporte de alto riesgo, porque se anda muy fuerte, casi a 300 kilómetros por hora. Sin embargo, perdí la vista por un hecho de inseguridad, quedé en el medio de un tiroteo, me entraron perdigones por la cara y estuve 15 días en terapia intensiva, todos los días rezaban para que despierte, hasta que un día desperté con mucho riesgo de haber quedado cuadripléjico. Pero lo único que perdí fue la vista, y a partir de ahí me cambió la vida, ya está, se terminó la etapa de piloto.

— ¿Cómo y dónde fue el tiroteo? ¿Qué te acordás de ese momento terrible?

— Me acuerdo todo porque yo iba con dos personas de seguridad al banco a depositar plata e iba mirando para abajo, medio como contando la plata, y de repente escucho el tiroteo, impresionante, y siento como una explosión en mi cara. Todo se puso negro y después las estrellitas blancas, y ahí dije: “Algo pasó”. Me acuerdo de que caminé hasta la punta del auto, llegué hasta el pastito que estaba en la vereda y ahí quedé.

— En ese trayecto terrible que estás contando, ¿te vino algo a la cabeza?

— Yo ese día me sentí muy raro. Una semana antes le había dicho a mi vieja: “Ma, me siento raro” y me había acompañado a lo de una señora que creo que me había hecho reiki, pero ese día me seguía sintiendo raro. Calculá que yo corría en turismo carretera, siempre estaba corriendo, si no era en esa categoría era en otra, y justo ese fin de semana quedé libre, no tenía carrera porque si hubiese tenido no me pasaba. Las cosas de la vida, de correr tanto riesgo con los autos me viene a pasar por un hecho de inseguridad. La gente, muchas veces, se sorprende por cómo estoy tan contento de vivir esta vida ciego, y yo digo: pero, ¿cómo no voy a estar contento si la puedo contar? Puedo vivir. A ver, ¿qué preferís? ¿no vivir más o quedarte en esta vida ciego? Ni qué hablar, olvidate que elegí la vida así como me toca, con un sentido menos, pero disfruto de la vida a pleno, y no me quedé mal en una cama.

— ¿Cómo reaccionaste cuando te enteraste de la noticia de que no ibas a ver más?

— Yo creía que se cicatrizaba la herida e iba a volver a ver. Lo que menos entendí es que cuando llegué a mi casa, había quinientas personas festejándome, yo no entendía qué festejaban; claro, estaban festejando que había sobrevivido. Yo pensaba en viajar a Miami, ver al mejor neuro oftalmólogo, visitar acá en la Argentina a todos los oftalmólogos.

— ¿Tenías esperanza?

— Sí, sin dudas. El tema es que a mí me había tocado el nervio óptico y ese nervio no se regenera, igual sigo teniendo fe en que en algún momento la vaya a recuperar. Hoy no tengo apuro, en ese momento sí estaba apurado.

— Te molesta que la gente te diga por ejemplo: ”Roberto después te veo”, ¿cómo manejás el tema del lenguaje? ¿se dice “ciego” o “no vidente”?

— Los dos, cualquiera de los dos, a mí no me molesta ninguno, los dos son lo mismo, ciego o no vidente, pero está todo bien, no tengo problema, hasta yo mismo digo: “Che, a las cinco nos vemos”. Claro y qué carajo nos vamos a ver si no veo, pero veo con otros sentidos, no te veo con los ojos, te veo con el corazón, con el tacto, con el olfato, es increíble la imaginación que tenemos, estamos continuamente imaginando.

“Agarré el bastoncito como cualquier ciego y, llorando, salí a la calle”.

Roberto, cuando corría en Turismo Carretera
Roberto, cuando corría en Turismo Carretera

— ¿Cómo fueron los primeros días con tu nueva realidad? ¿Cómo fue la transición de tu vida como piloto a perder la vista, ¿qué fue lo que más te impactó?

— A ver, cuando estaba en el hospital, lo primero que dije fue: “Llamá a Walter Alifraco, las publicidades”, porque ese año justo fue la última fecha del Turismo Carretera y no lo pude correr, y al año siguiente yo iba a salir campeón del TC, yo estaba pronosticando ya el futuro, estaba fantástico…Y de repente perdí la vista y no lo quería creer, me costaba, pero bueno, fueron pasando los años y sí tuve días, yo a veces me hago el valiente de que no pasa nada, pero pasé muchas noches llorando, pensaba en que me antes me despertaba a la mañana y veía el solcito que me entraba por la ventana, pero en ese momento veía todo negro. Aparte me sentía un pelotudo, porque no podía hacer nada, de todo dependía de alguien que me lleve al baño, que me lleve al trabajo, que me lleve a un auto, no podía hacer solo nada, y ahí es donde empezaban a venir todos mis amigos y me decían: “Che, sabés que hay una chica ciega que estudia, que trabaja, que se cocina, que se lava la ropa”; dale, ¿me estás cargando? Si yo no puedo hacer tres metros solo para ir al baño y vos me estás diciendo que hace todo eso, es imposible. Hoy, para que vos me entiendas, hago todo lo que hacía esa chica, me manejo solo en mi casa, vivo solo, un fenómeno.

— ¿Cuál fue el chip que cambiaste?

— La aceptación. Me acepté. Un día mirándome al espejo, por más que no me veía, llorando me dije:”Dale, boludo, tenés que salir a la calle como salen todos los ciegos, agarrá el bastón, salí a la calle y enfrentá la vida, enfrentá la realidad y vamos. ¿Tenés miedo a salir con el bastón y antes doblabas un curvón a 280?”. Y ¿sabés por qué no salía?

— ¿Por qué?

— Por vergüenza. Vergüenza de andar con el bastón, que la gente te señale y diga “pobre pibito”, hasta ese día que me miré al espejo. Llorando salí a la calle, agarré el bastoncito como cualquier ciego y salí. Espectacular. O sea, llorando volví después a casa, llorando, porque no lo quería aceptar, pero estas son las cartas que me tocan para jugar.

— ¿Qué era lo que más te dolía o no te gustaba afrontar al salir con el bastón a la calle? ¿la mirada de la gente? ¿la crítica de la gente? ¿los prejuicios?

— A mí me sirvió mucho el aprendizaje de todo lo que me pasó. Cuántas cosas dejamos de hacer por lo que digan los demás. A vos te encanta el pantalón rojo con una camisa amarilla, te vuelve loca, pero quizás no te lo ponés porque decís: “No, voy a parecer un personaje, me van a mirar todos, me da vergüenza”. Muchas cosas dejamos de hacer por la vergüenza. Ese día a mí no me importó nada y dije: “Si todos los ciegos salen con un bastón yo tengo que salir con el bastón a la calle a enfrentar la vida, a vivir esta vida que es hermosa y a disfrutarla”.

“Todos los días estar en la calle es adrenalina pura.”

Roberto, cuando corría en Turismo Carretera, año 1999, tenía 24 años.
Roberto, cuando corría en Turismo Carretera, año 1999, tenía 24 años.

— ¿Cómo es vivir hoy siendo ciego? ¿Cómo es salir a la calle?

— Dificilísimo. Es difícil. Se puede, todo fantástico, divino, pero no hay educación. ¿Sabés lo que falta en la Argentina? Inclusión, cuando hacen las cosas que digan: me voy a poner dos segunditos en el lugar de un ciego, a ver cómo podría hacer acá un ciego, una persona en silla de ruedas para cruzar esta calle; yo te puedo asegurar que nadie lo piensa, olvidate. Si vos me vieras cómo cruzo la calle… tengo que andar esquivando los árboles en las veredas todas rotas, pozos, zanja, todo un desastre. Y pienso: esto no lo pudo haber hecho una persona que pensó en una persona ciega, porque si no es imposible que lo hagan así. Todos los días estar en la calle es adrenalina pura.

— ¿Con qué otros obstáculos convivís?

— Me encuentro con un montón de cosas. El otro día iba caminando y había dos hermosas macetas en la línea municipal en la vereda, divinas, quedaban fantásticas las macetas, ¿sabés cómo me las tragué? Como un campeón, porque yo voy con el bastón, pero las macetas no tenían que estar ahí, en una hice así y me pegó una paralítica en la pierna, no sabía si llorar o reírme, y yo digo: pero esta persona que puso las macetas en la puerta de la casa ¿no pensó dos segunditos en que puede venir un ciego y se las lleva puestas? Otra cosa, los autos que están mal estacionados, un ciego se los lleva puesto mal, alguien que esté en silla de ruedas lo mismo.

— ¿Cómo sentís que actúa la gente, la sociedad, los vecinos?

— La gente es divina. Yo a veces me sorprendo, armo unos líos. A veces estoy esperando para cruzar y capaz que frenan los autos, se bajan para ayudarme. El otro día me pasó que una persona me quería ayudar y apareció otra persona para ayudarme, y se arman unos líos barbaros para ayudarme, hay mucha gente linda, pero poca enseñanza, porque no saben cómo manejar a un ciego. El otro día, por ejemplo, me asusté bastante, venía con el bastón, yo pensando en mi tenis, porque el profe me había dicho “preparate, corré, frená, pegá”, y de repente siento que estoy llegando a la esquina y una señora me dice: “¿Te ayudo a cruzar?”, me cagué en las patas. En realidad, lo que hay que hacer es tocarlo, tocarle el hombro y preguntarle.

Igual hay dos tipos de ciegos: el que saluda a todo el mundo, porque es el ciego nuevo y el que no saluda a nadie porque es ciego viejo. Esto es porque, a mí me pasaba también, cuando apenas salía con el bastón escuchaba a cualquiera que decía “hola”, y yo saludaba, me hacía cargo de todo, a todo el mundo saludaba; pero no, no era para mí. Ahora ya no saludo más a nadie porque me cansé de levantar el brazo y saludar a todo el mundo cuando no era para mí.

Y te digo que falta un poquito la educación, porque cuando estuve en España noté que la educación vial es increíble, paraban todos los autos cuando llegaba a la esquina, no hay una sola bocina, un silencio absoluto, cruzaba la calle y una vez que cruzás arrancaban de vuelta los autos. Las veredas están todas lisitas, están marcadas, vas con el bastón por una línea y vas andando, podés hacer kilómetros que no pasa nada, yo acá, donde vivo, por lo menos en Lanús, te podes imaginar las veredas cómo están.

— En este proceso de aceptación, de volver a hacer otro tipo de vida, con otras costumbres, ¿cómo se lleva el tema familiar?

— El familiar es difícil porque obviamente para mi vieja y mi viejo era difícil tener un hijo que haya quedado ciego, aparte no es que yo antes usaba anteojos y por una enfermedad perdí la vista, que eso te lo podés esperar. De un día para el otro quedé ciego, imagino yo que para una madre, un padre, debe ser difícil.

A doce años de yo quedar ciego falleció mi mamá y me agarró impotencia por no poder ir solo a verla al hospital, a la clínica, para ver cómo estaba, dependía de alguien que me llevase. Un poco fue esa la decisión que tomé en agarrar el bastón y jugarla como ciego y que no me importe más nada.

Hoy soy dueño de mis tiempos, yo estoy en casa, me quiero ir a tomar un cafecito, agarro el bastón, salgo a la calle y listo, no dependo más de nadie.

Me encantaría que la ciudad esté más acomodada para que una persona ciega se maneje como cualquier otro. Pero bueno, la vida continua, el golpe de mi vieja fue terrible, pero así como fue eso feo, cuando nació mi hija, yo ya estaba ciego cuando nació Pili… y ese minuto cuando nace digo: “La puta madre, no la puedo ver a Pili” y la empecé a tocar, le tocaba los deditos chiquititos, la carita, una hermosura y ahí me dije: “No importa, no la puedo ver pero la puedo tocar, la olfateo”, la agarraba a upa, me la comía a besos, una hermosura. Creo que mi hija fue un motor que me enciende todos los días, porque yo quiero que ella tenga un padre campeón, quiero que tenga un padre valiente.

— ¿Cómo es ser papá ciego?

— Yo me separo de la mamá de Pili cuando ella tenía dos añitos. Así que, prácticamente, desde los dos años o tres años que salgo solo con Pili con el bastón. Es más, tenemos anécdotas terribles, cosas que nos han pasado, no me olvido más: una vez me subí al bondi, yo más o menos me acuerdo el recorrido y le hago ver referencias, carteles, estación de servicio, qué calle estamos, qué altura, para no perderme y en una yo digo: “Acá nos tenemos que bajar, vamos Piluchi”, me agarro de sus hombritos y ella me lleva y con tal mala suerte que voy con la mano izquierda para agarrarme del caño del colectivo y le meto el dedo en la nariz al que estaba sentado. Lo que me he reído con Pili de cosas que nos han pasado, increíble, pero desde chiquita ella sabe que el papá no ve, entonces tiene que hacer como un doble trabajo en saber las calles, nos manejamos espectacular.

“Cuántas cosas dejamos de hacer por lo que digan los demás.”

Roberto junto a su hija Milagros: “Mi hija fue un motor que me enciende todos los días. Yo quiero que ella tenga un padre campeón, un padre valiente”.
Roberto junto a su hija Milagros: “Mi hija fue un motor que me enciende todos los días. Yo quiero que ella tenga un padre campeón, un padre valiente”.

— Cuando veías, ¿eras tan optimista como ahora?

— Siempre, siempre fui muy positivo. Antes quizás no disfrutaba la vida como la disfruto ahora.

— ¿De qué no disfrutabas?

— Yo antes estaba a 300 kilómetros por hora, corría en auto, promotora, noche, joda, publicidad…Todo joda, pero linda joda, a full, a tres gambas a fondo, y capaz que veía en los bosques de Palermo a gente ahí tomando mate y pensaba en qué lindo que tienen tiempo para eso, y yo no tenía esos tiempos. Hoy soy el dueño de mis tiempos, hoy me sobra el tiempo, hoy disfruto, yo me pongo a tomar mate en mi casa en el pastito, siento el olor al pasto, escucho los pajaritos, disfruto de la naturaleza, disfruto de la vida, disfruto el minuto a minuto y capaz que antes no lo hacía, porque estaba a full y capaz que no vivía la vida.

— ¿Cómo sería tu vida hoy si mañana, con ese optimismo y esa esperanza, volvés a ver?

— Olvidate. Lo primero que hago es subirme a un auto de carrera…

— ¿Cómo? ¿De verdad eso es lo primero que harías?

— Primero la agarro a Pili, la veo, me la como a besos y le digo: “Seguime, vamos”. Vamos al autódromo, llamo a Hugo Mazzacane, le pido que saque el auto, me subo y corro. Hace poco me subí a un auto de carrera y lo manejé estando ciego… En algo los argentinos somos número uno, por primera vez en el mundo un ciego manejó un auto de carrera.

— Te gusta mucho el peligro.

— Me encanta, me encantan los desafíos. ¿sabés lo que fue para mí, después de 15 años que no manejaba un auto, subirme y acelerarlo? Me volví loco, el olor a nafta, a aceite, me encanta. Y me encantan todos los desafíos, yo no me limito por haber quedado ciego. El otro día me tiré en paracaídas, no sabés la sensación que tuve cuando estaba arriba del avioncito, abren la puerta y dije: “¿Qué carajos estoy haciendo?”. Y me tiré y no sabés lo que fue, 35 segundos de caída libre, sentía el vientito a fondo, creo que bajamos a 160 millas, algo de eso, y después, cuando salió el paracaídas, me dio una sensación divina.

— Además de la adrenalina, ¿qué es hoy lo que más te gusta hacer?

— Hoy el desafío que tengo es salir campeón del mundo de tenis para ciegos. Ahora en septiembre me voy a Italia, que está el torneo mundial de tenis para ciegos.

Cuando realmente reconocí que había quedado ciego dije: “Tengo que hacer un deporte, en auto no puedo correr más, en moto tampoco, ¿qué hacemos? tenis ¿cómo carajo será?”.

— ¿Cuál es la técnica de los ciegos con la pelotita?

— Cuando la pelotita pica emite sonido, y a nosotros nos permiten hasta tres piques, en alguna de esas tres le tenés que pegar, agarré eso y me encantó, me cambió la vida, hoy soy un tenista, soy un loco hermoso. Me encanta el tenis y ahora viajo a Italia para el torneo mundial, no hay nada más lindo que ponerte la camiseta, no sabés qué hermoso desafío. Estoy entrenando desde hace un año para una semanita de torneo nada más, quiero cumplir ese objetivo que tengo de salir campeón del mundo.

“Si hoy tengo ganas de hacer algo, no espero nada para mañana, porque mañana puede ser tarde.”

Roberto Rivas: "Hoy soy un tenista. Ahora viajo a Italia para el torneo mundial. No hay nada más lindo que ponerte la camiseta argentina".
Roberto Rivas: "Hoy soy un tenista. Ahora viajo a Italia para el torneo mundial. No hay nada más lindo que ponerte la camiseta argentina".

— ¿Cuál es la imagen que más recordás? ¿Cuál es la imagen que tenés en la cabeza?

— Qué pregunta que hiciste, me encantó. Actualmente tengo 49 años, cuando tuve el accidente, tenía 24 años. Yo me imagino físicamente como cuando tenía 24 años, seguramente tengo cara de viejo, pero a mí me quedó ese recuerdo de cuando tenía 24 años, es más yo saludo a amigos de toda la vida y me los imagino todavía con esa carita de 24 años, y estoy seguro de que están todos hechos mierda con cara de viejo, pero yo todavía sigo con esa imagen.

— Te saco de tu optimismo. ¿Qué es lo peor de ser ciego?

— Lo peor de ser ciego es que nadie pensó en una persona ciega, en el manejarse todos los días en la calle, eso es una cosa de locos.

Por suerte, la tecnología ayuda y en esto hay que felicitar a Apple, IPhone, un fenómeno, tiene un sistema, totalmente adaptado, vos le deslizás el dedo y te lee todo lo que está en la pantalla…

— ¿Qué otras cosas, como el teléfono, están buenas?

— Me faltaría un bastón parecido al GPS, como el que usan los que manejan los autos, viste que el GPS te dice “a 200 metros doble a la izquierda, calle tal o a 300 metros está la estación de servicio o el auto te dice que te está consumiendo 7 litros a los 100 kilómetros”, te da toda esa info, bueno el ciego precisa esa información. Por ejemplo, voy caminando y que me avise: “Guarda que a 10 metros tenés una reja que sobresale, estás llegando a la esquina”.

— Te falta información.

— Información. Y si querés que no me hable, que vibre, algo que te pongas y te vibre. Por ejemplo, si me estoy acercando a la pared, y te vas a chocar, viste como cuando estacionás marcha atrás que se siente el “pi, pi, pi, pi”; bueno, lo mismo, vas caminando, “pi, pi”, y al ciego lo ubicás.

“Yo no me limito por haber quedado ciego.”

Roberto Rivas en la plenitud de su etapa como piloto.
Roberto Rivas en la plenitud de su etapa como piloto.

— ¿Qué fue lo que más te costó en la adaptación a la vida de ciego?

— Es jodido encarar una mina. Mirá, yo estoy con vos, estamos tomando algo y te digo: “Che, estás divina”, vos no me digas nada, y capaz que estás sonriendo como diciendo “Vení, cómeme la boca” y yo no te veo, y vos no me contestás, entonces yo pienso que no hay onda, pero vos capaz que me estás poniendo la mejor cara de divina, hermosa, y yo nunca me enteré. Entonces es muy jodido atacar, porque un ciego no sabe qué cara está poniendo la otra persona, qué es lo que está haciendo, hay otras personas que son más directas, te tocan, te agarran y te dicen: “Vamos”.

En un boliche olvidate con la música a fondo, no hay peor cosa para un ciego que eso, sos ciego y con la música a fondo quedás sordo, no podés hablar con una mina ni loco ahí.

Pero hay un montón de cosas que son complicadas, cocinarse por ejemplo, es medio complicado. Yo me cocino todo fantástico, a veces me quemo, cosas que me pasan, pero acepto que quedé ciego y son las reglas que me toca jugar, me tendré que quemar.

— ¿Qué le dirías a la gente que queda ciega y que no se puede aceptar tan fácilmente?

— Es difícil, porque cuando yo apenas quedé ciego me decían un montón de cosas que no quería ni siquiera escucharlas. Hoy doy muchas charlas de motivación y es donde aconsejo disfrutar la vida, lo que no está más no está más, yo no puedo ir para atrás y recuperar la vista. Entonces ¿qué nos toca? jugar con estas cartas y vamos para adelante con lo que tenemos. Cuánta gente perdió a la mamá, al papá, un hijo, un hermano, el trabajo, un juicio, un montón de quilombos, entonces nos tenemos que adaptar a lo que tenemos.

Hoy disfruto el minuto a minuto de la vida y no dejo nada para mañana, antes yo decía “el año que viene salgo campeón”, el año que viene no existió más, quedé ciego y no pude correr más, entonces, hoy tengo ganas de hacer algo, voy y lo hago, no espero nada para mañana, mañana puede ser tarde.

Hoy es la vida y lo que aprendí es siempre poner una sonrisa, a todo reírme, yo antes lloraba, me caía, me golpeaba, venía con una bronca ¿y qué lográs con esa bronca? No logras nada, entonces hoy me río de todo y ese es el secreto de la vida: reírse.

“Un día llorando dije ‘dale, boludo, tenés que salir a la calle, como salen todos los ciegos, y enfrentá la realidad´”

Roberto Rivas: "Si hoy tengo ganas de hacer algo, no espero nada para mañana, porque mañana puede ser tarde."
Roberto Rivas: "Si hoy tengo ganas de hacer algo, no espero nada para mañana, porque mañana puede ser tarde."

— Para terminar, si pudieras escribir una palabra grande en el cielo y que todos la puedan leer ¿qué palabra sería?

— Amor. El amor es todo. Perdón, te amo, gracias. Hasta los que me tiraron a mí: perdón, te amo, gracias. Son esas tres palabras fundamentales: perdón, te amo, gracias.

Mirá la entrevista completa:

Realidades - Roberto Rivas

* Realidades es un programa de entrevistas que intenta visibilizar problemáticas que comúnmente se ocultan por miedo al rechazo, vergüenza y prejuicios, contadas por sus propios protagonistas. Escribimos y contamos tu historia a: realidades@infobae.com

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