tuve

Traducciones

tuve


V tener
Collins Spanish Dictionary - Complete and Unabridged 8th Edition 2005 © William Collins Sons & Co. Ltd. 1971, 1988 © HarperCollins Publishers 1992, 1993, 1996, 1997, 2000, 2003, 2005
Ejemplos ?
pero apenas me estoy reponiendo de lo que gasté en la pasada parranda de hace quince días... Esta semana tuve que trabajar horas extras.
" Y entonces que me abraza. Yo tuve miedo al principio. Me apretó tú déjate y me dijo sofocado: "No temas, tú déjate." Y me llevó hasta su cama.
En Caimaco al otro lado de Itata y á la distancia de tres leguas de este Campamento se halla situada la división de Urrejola, cuya verdadera fuerza no he podido averiguar así por la variedad de los partes como por la ignorancia de los espías.— En Cuchacucha hacienda del citado Urrejola distante tres leguas de este punto y cerca del Rio Nuble, tuve aviso fidedigno de estarse reuniendo fuerzas considerables al enemigo.—Determiné atacar este punto con preferencia al de Caymaco, no solo por haver rio que atravesar, sinó porque lo escabroso del terreno era mas á proposito para las maniobras de Infantería, que se puede decir es la única fuerza de esta división por la falta de caballos al paso que los enemigos tienen muchos y en el mejor estado.
Levanté de lado la arpillera de la puerta, y no vi más que el negro triángulo de la profunda niebla de afuera. Tuve apenas tiempo de avanzar una pierna, cuando sentía que alga firma y tibio me rozaba el muslo: el perro rabioso se entraba en nuestro cuarto.
Voy a tratar de repetir lo mejor que pueda, después de lo que tú y yo hemos convenido, Agatón, la conversación que tuve con ella; y para no apartarme de tu método, explicaré primero lo que es Amor y a continuación cuáles son sus defectos.
Luego hubo una plancha que ardía por mi persona; pero no le hice caso y se volvió negra. Tuve también relaciones con una primera bailarina; ella me produjo la herida, cuya cicatriz conservo; ¡era terriblemente celosa!
Por eso, ayer charlaba con Carlitos Zannini cuando volvíamos en el helicóptero a Olivos y como a la tarde tuve la visita de un querido amigo, monseñor Alejandro Bucolini, que fue obispo de Santa Cruz durante los 12 años de gestión de Néstor, está muy enfermito, muy lúcido pero muy chiquitito, era un hombre imponente, grande y el Parkinson y la edad lo ha derrumbado, pero está maravillosamente lúcido y con mucho amor y con mucho afecto, me trajo una Virgen también, y yo cuando me subía al helicóptero le comentaba eso a Carlos y le decía "bueno, mirá, dentro de todo lo que me consuela es que él no hubiera tal vez soportado verse así deteriorado", bueno, porque era una persona muy orgullosa y muy erguido.
A pesar de algún desacuerdo por el año cuarenta, en el que una labor nuestra concreta fue objeto de cierta crítica que entendí infundada, destinada en el fondo a otra persona y que no se originó en Ferreiro, integrante y luego presidente del Archivo Artigas, mantuvimos con él una cordial relación ininterrumpida y aún más estrecha, cuando siendo el director de Enseñanza Primaria (1959 – 63), me designó para integrar uno de los tribunales decisorios sobre qué maestros titulados se hallaban capacitados para ingresar al servicio. Tuve entonces oportunidad de reanudar nuestro trato en sustanciosas conversaciones, que quedaron inconclusas.
Su rostro se puso escarlata, luego palideció espantosamente y, como si lo que yo había insinuado le divirtiera muchísimo, estalló en carcajadas que, para mi estupefacción, se prolongaron cada vez con más fuerza durante largos minutos. Finalmente se desplomó pesadamente sobre cubierta; mientras me esforzaba por levantarle, tuve la impresión de que había muerto.
Dejé precipitadamente a Talbot, y empleé todos mis esfuerzos para abrirme paso y colocarme lo más cerca posible de madameLalande. No habiendo podido lograrlo a causa de la muchedumbre, tuve que renunciar a mi persecución, y dirigí los pasos hacia mi casa.
Comencé a frecuentar asiduamente los lugares famosos de diversión pública, y, por fin, en el teatro donde la había visto por primera vez, tuve la suerte de hallarla, e intercambiar nuevamente mis miradas con las suyas.
Debió de decir el cruel cazador: “El ratón y culebra que me daban guerra y me comían mi hacienda he hallado.” De lo que sucedió en aquellos tres días siguientes ninguna fe daré, porque los tuve en el vientre de la ballena; mas de como esto que he contado oí, después que en mi torne, decir a mi amo, el cual a cuantos allí venían lo contaba por extenso.