Simple y puramente, permitan la verdad. La pelota está en su tejado. Nosotros, de momento, les contaremos nuestras historias: Como sabrán ustedes, el 11 de marzo de 2004 una gran conmoción sacudió los cimientos del alma de Madrid, y tras las primeras noticias, empezó el calvario para miles de personas.
CAMPO DE GOMARA: Agreda, Alconaba, Aldealafuente, Aldealpozo, Aldealseñor, Aldehuela de Periañez, Aliud, Almajano, Almaluez, Almazul, Almenar de Soria, Arancón, Beratón, Bliecos, Borobia, Buberos, Buitrago, Cabrejas del Campo, Candilichera, Cañamaque, Carabantes, Castilruiz, Cihuela, Ciria, Cirujales del Río, Cueva de Agreda, Devanos, Deza, Fuentecantos, Fuentelmonge, Fuentelsaz de Soria, Gomara, Hinojosa del Campo, Losilla (La), Matalebreras, Monteagudo de las Vicarias, Narros, Noviercas, Olvega, Pinilla del Campo, Portillo de Soria, Pozalmuro, Quiñoneria, Renieblas, Reznos, Santa María de Huerta, Seron de Nagima, Tajahuerce, Tejado...
Luego se dirigió, corriendo por el
tejado, a la punta de la chimenea, y allí se estuvo, iluminado por la casa en llamas, apretando con ambas manos el gorro que contenía el tesoro.
Hans Christian Andersen
Y, sin embargo, Isolda no olvidaba al amigo de su alma, y cuando los dos hubieron muerto y fueron enterrados cada uno a un lado de la iglesia, los tilos plantados sobre sus tumbas crecieron por encima del
tejado hasta entrelazar sus ramas.
Hans Christian Andersen
¡Qué valiente me encontrarán todos! ¡Ni siquiera lloraría, aunque me cayera del tejado!» (Y era verdad.) Abajo, abajo, abajo. ¿No acabaría nunca de caer?
Érase una vez dos gallos: uno, en el corral, y el otro, en la cima del
tejado; los dos, muy arrogantes y orgullosos. Ahora bien, ¿cuál era el más útil?
Hans Christian Andersen
Se metió en el cofre y levantó el vuelo; llegó al
tejado del castillo y se introdujo por la ventana en las habitaciones de la princesa.
Hans Christian Andersen
Se hizo inmediatamente un silencio de muerte, y Alicia pensó para sí: - Me pregunto qué van a hacer ahora. Si tuvieran una pizca de sentido común, levantarían el tejado.
Habiendo antecedido, por doce días continuos, algunos temblores de poca consideración antes del viernes de la primera semana de Cuaresma, que fueron 8 de febrero de 1600, esta noche arreció de manera que parecía hervir la tierra, y nadie se aseguraba ni atrevía a estar debajo de tejado, casi pronosticando el mal que se les aparejaba.
De cuando en cuando paseaba sus prismáticos por aquel mundo espectral, inalcanzable tras la neblina vaporosa; a veces los detenía en un tejado, o en una chimenea, o en un campanario, y divagaba sobre los extraños misterios que podía albergar.
La iglesia estaba construida sin duda sobre alguna elevación del terreno, ya que su fachada sucia y la vertiente del tejado, así como sus grandes ventanas ojivales, descollaban por encima de la maraña de tejados y chimeneas que la rodeaban.
El tejado va a ser una criba; cada envión que recibe mi choza, yo no sé cómo no la destroza; a tamaña batalla no es mucho que retiemble, y que toda se cimbre, cual si fuese de lienzo o de mimbre...