Nada dijo su excelencia de recompensas al general Dulce por sus últimos servicios en Cuba; pero mostrada esa clase de política internacional, ya se deja comprender que, según ella, el tercer entorchado no es ninguna prim-ada, tratándose de un hombre que sale de la Habana con la pompa y el solfeo que el marqués de Castelflorite.
Hay crisis ministerial, cosa del otro jueves y de este también, y entre los hombres que forman el nuevo gabinete suele, así como por milagro, en estos tiempos en que ya ni las viejas creen en milagritos, figurar un personaje del cual dice la opinión pública, en todos los tonos del
solfeo, lo que la Menegilda en la Gran Vía.
Ricardo Palma
Centeno porfió hasta lentejuela y abogó hasta la pared de enfrente en favor de su ahijado Hernández, quien cantaba en todos los tonos del
solfeo: ::«Dame el sí que te pido, ::ramo de flores, ::si quieres que te absuelvan ::los confesores».
Ricardo Palma
A propósito..., me olvidaba decirles que en la escuela de música de mi mujer..., aparte de las ocupaciones domésticas..., tengo obligación de dar clase de matemáticas, de física, de química, de geografía, de historia, de solfeo, de literatura, etcétera...
En todas sus producciones líricas, hay siempre la Cátedra del Maestro: de una Poesía de pensamientos nuevos, de Ideas luminosas, de magistrales enseñanzas estéticas, la completa visión del panorama que se aprisionó en sus retinas escrutadoras, y sin faltar, como racimos jugosos, el concierto de armonías y ritmos, y el solfeo de sonidos musicales, nuevos, que van de corazón a corazón, de cerebro a cerebro, como mariposas de luz de flor en flor.
Hace mucho frío en verdad. Suenan como entre apretados algodones impregnados de limalla de hielo, notas dispersas de un solfeo distante.
El curso de Solfeo, –lectura de partituras–, era enseñada por los eminentes maestros Vicente Teódulo Mendoza y Gerónimo Baqueiro Foster.
Hubo amor, amistad y música desde el primer encuentro. Al poco de conocerse se apuntaron al Conservatorio de Música para avanzar en solfeo.
Siguiendo la tradición familiar Chapí y sus hermanos comenzaron a estudiar solfeo desde muy pequeños, siendo su primer maestro su padre, José Chapí.
Desde su niñez se sintió atraído por la música en su pueblo natal; le emocionaba, por ejemplo, escuchar las dianas que las bandas del pueblo interpretaban en las fiestas de feria o las marchas fúnebres de las procesiones de Semana Santa. Recibió sus primeras lecciones de solfeo y piano de una maestra nacional (doña Carolina).
Allí trabaja con el maestro Manuel Quiroga Losada, cursando los estudios oficiales de solfeo, piano, violín, armonía, composición, contrapunto y fuga.
Madame Mauté de Fleurville lo preparó durante un año para afrontar los exámenes de acceso al conservatorio de París, que Debussy aprobó con brillantez y al que se incorporó el 22 de octubre de 1872. Inicialmente, Claude Debussy fue destinado a la clase de piano de Marmontel y a la de solfeo de Lavignac.