Ejemplos ?
Hace siglos de siglos que, de lejos, tiemblan de amor en noches estivales; ella le da sus límpidos reflejos, él le ofrece sus perlas y corales.
¿Dónde estaban ahora las lágrimas que había llorado? ¿Dónde las perlas? Se quedaron en el gorro de dormir -pues las verdaderas no se van con la colada-, se conservaron con el gorro y con él se olvidaron.
¡Sí! ¡Pronto ha de llegar el tiempo en que ya no lo sea! LOS PESCADORES DE PERLAS Y de pronto... Nadie supo cómo... Nadie supo por qué...
respondía una voz grave, con reconcentrada pasión; y las arpas lloraban en la oscuridad sus lágrimas armoniosas, como perlas sonoras, acompañando estos gemidos de amor y de muerte.
-Sí..., sí..., ¡ya sé!... Una gargantilla de perlas con broches de brillantes..., por la cual le dieron quinientos duros... -¡Justamente!
Gotas de sudor fluían por su rostro grandes como perlas; echaban fuego sus pupilas, su boca espuma, y las venas de su cuello y frente negreaban en relieve sobre su blanco cutis como si estuvieran repletas de sangre.
Así le ocurría con frecuencia al viejo Antón, que a veces lloraba lágrimas ardientes, clarísimas perlas que caían sobre la manta o al suelo, resonando como acordes arrancados a una cuerda dolorida, como si salieran del corazón.
Y ahora, procure el lector formarse una idea de mi asombro, de mi fantástico asombro, de mi delirante arrebato del alma, cuando luego de mirar furtivamente en rededor, dejó ella que sus ojos resplandecientes se posaran en los míos, y con una sonrisa que descubría las blancas perlas de sus dientes, hizo dos claros aunque leves movimientos afirmativos con la cabeza.
Soñabas que tu amor fuera como el infante Que te sigue sumiso recogiendo tu manto. Y en vez de flores, versos y collares de perlas Te dio la Muerte rosas marchitas en un ramo.
— Por allí marcha con su cortejo, La cabeza llena de plumajes Y de perlas muy finas el cuerpo, Con la luna rendida a sus plantas, Con el sol escondido en el pecho.
— Le preguntan dos voces a un tiempo. — Con bordón de esmeraldas y perlas Y una túnica de terciopelo. Cuando hubo pasado la puerta, Mis palomas sus alas tendieron, Y mi perro, que estaba dormido, Fue tras él sus pisadas lamiendo.
Se ubicaba sobre una protuberancia de conchas que al abrirse mostraban perlas de color rosado de las cuales brotaban esplendentes energías que hacían flotar el suntuoso edificio.