Ejemplos ?
Poco tardó en adquirir noticias respecto a este extremo. Palabras sueltas de la guardiana, conversaciones con las vecinas, le ilustraron.
Bajó la cabeza, desvió el rostro. Tales palabras despertaban eco extraño en su espíritu. ¡Cómo había pronunciado Isabel la sencilla frase!
De mí puedo decirte que no hace todavía tres que frecuento a Sócrates y que me dedico a estudiar diariamente sus palabras y todas sus acciones.
Cuando la flor de la belleza que él ama se marchite, le veréis desaparecer sin acordarse de sus palabras ni de ninguna de sus promesas.
En toda la Basílica no se escucha más ruido que el chisporroteo suave de los cirios y el murmullo de la oración que el Papa empieza a elevar. A las primeras palabras anímase el Niño con vida fantástica: la carne se hace carne.
Y como nos hubiésemos alejado algún tanto de la casucha, el médico añadió, hablando lentamente, para que produjesen mayor efecto sus palabras: -Pues esos que acaba usted de ver...
-El algodón, para taparme las orejas y no oír palabras ociosas, y las gafas ahumadas, para que nadie lea en mis ojos las atrocidades que pienso.
Su alimento era un puñado de hierbas cocidas; su cama, dos quilmas sin paja; su ropa interior, un burdo tejido de Cilicia que llagaba la delicada piel; y cuando se levantaba para orar, en las noches de enero, después de tomar una hora de descanso sobre las losas húmedas, que quebrantaban sus huesos todos, apenas podía sostenerse de debilidad y las palabras del rezo se confundían en su boca.
Así las cosas, una mañana, sobre si debían abrirse o no los cristales de la reja de la alcoba, por hacer un magnífico día de primavera, mediaron entre don Jorge y su hermosa enemiga palabras tan graves como las siguientes: EL CAPITÁN.-¡Me vuelve loco el que no me lleve usted nunca la contraria, ni se incomode al oírme decir disparates!
Tendió en torno suyo una mirada de inexplicable regocijo, dejó ver en sus labios la inmortal sonrisa del triunfador, y así, transfigurado y hermoso, con el doble temblor de la muerte y del entusiasmo, pronunció las siguientes palabras, entrecortadas y solemnes como las campanadas del toque de agonía: - ¡Franceses!...
El señor Rodríguez de la Sotta.- Las palabras del señor Senador Neruda, que dan a impedir, me obligan a decir dos breves palabras más.
Al que honran las hijas del poderoso Zeus y le miran al nacer, de los reyes vástagos de Zeus, a éste derraman sobre su lengua una dulce gota de miel y de su boca fluyen dulces palabras.