La labor de Paulino Martínez era una labor de paz; aconsejaba al acatamiento a las autoridades hasta un grado sublimemente candoroso, y a pesar de ello, la Dictadura le persigue y le hiere casi como a un revoltoso o a un mitotero; porque la tiranía es la tiranía, y nunca podrá ser la
niñera cuidadosa de ningún movimiento que tenga ni remotamente, tintes de liberación.
Práxedis G. Guerrero
Una mujer -una sirviente,
niñera en casa de modestos empleados pasaba, a fin de orear y dar jugadero al niño, largas horas en aquel jardín de plazuela, bajo los árboles no muy hojosos, al pie de la ruin estatua del poeta dramático.
Emilia Pardo Bazán
uando al Año nuevo de 1914 entró a saludar filialmente al de 1913, que estaba poco menos que dando las boqueadas, el médico, reservado y grave, secreteó a la
niñera que acompañaba al nene: -El pobre señor apenas puede resollar...
Emilia Pardo Bazán
Especialmente, un representante menos joven de lo que parecía, faz picaresca y rasurada de estudiante de la tuna, ojos gastados y curiosos, embebidos de sensualidad y desilusión, indicó a sus compañeros. -El chiquillo es divino, pero la
niñera no es maleja.
Emilia Pardo Bazán
No estoy muy seguro de si era que estaba orgulloso de tener un amigo como Steerforth, o si sólo deseaba explicarle cómo era que estaba con un amigo como míster Peggotty, el caso es que le llamé y le dije con modestia (¡Dios mío qué presente tengo todo esto después de tanto tiempo!): -No te vayas, Steerforth, hazme el favor. Son dos pescadores de Yarmouth, muy buenas gentes, parientes de mi niñera, que han venido de Gravesen a verme.
Antes de terminar la comida, mistress Steerforth me hablaba de mi intención de ir a Sooffolk, y yo dije, al azar, que me gustaría mucho si Steerforth quisiera acompañarme, y le expliqué que iba a ver a mi antigua niñera y a la familia de míster Peggotty, recordándole que era el marinero que había conocido en la escuela.
Yo sentía la sinceridad y constancia de mi antigua niñera con todo mi corazón y le daba las gracias como podía, aunque no muy bien, pues me hablaba con los brazos alrededor de mi cuello.
Ocultó la cabeza en el pecho de mi antigua niñera y, cesando en sus súplicas que, en su angustia, eran a la vez de mujer y de niña, como toda su persona, como el carácter mismo de su belleza, continuó llorando en silencio, mientras Peggotty la tranquilizaba como a un niño que llora.
- Y empezó a imaginar lo que ocurriría en este caso: «¡Señorita Alicia, venga aquí inmediatamente y prepárese para salir de paseo!», diría la niñera, y ella tendría que contestar: «¡Voy en seguida!
El fiscal, que acababa de llegar hambriento, anonadado por sus derroches de elocuencia que enviaban gente a presidio, abrazaba a su mujer, y ambos reían y gritaban como unos locos en tomo de la
niñera, que mantenía en sus brazos al tirano de la casa, al único señor, a Pillín, un granuja que apenas tenía un año y a quien bastaba un leve grito para que los padres palideciesen de inquietud y las criadas corriesen aturdidas, no sabiendo cómo cumplir a un tiempo tantas órdenes contradictorias.
Vicente Blasco Ibáñez
-Y ahora, mi querido Davy -dijo Peggotty-, si durante tu aprendizaje necesitas dinero para tus gastos, o si el plazo expira, querido niño, y necesitas algo para establecerte, en uno a otro caso, o en los dos, ¿quién tendría más derecho para prestártelo que la vieja niñera de mi pobre niña?
-¿De quién? -De tu vieja niñera -replicó sacando algunos papeles del bolsillo de su chaleco- «J. Steerforth, esq.» No es esto; paciencia, ya lo encontraré.