Ejemplos ?
¡Cuántos, antes que yo, sobre estas rotas gradas vinieron a sentarse, y luego cuántos vendrán y en el común osario como yo irán al hundirse!
Sentado yo en las últimas gradas del soberbio teatro saguntino, absorto y triste, libertad a mis vagos pensamientos di y a mi loca fantasía.
El estilo en el sentarse es en unos estrados altos de ocho o diez gradas debajo de un dosel en banco y alfombrado y alfombras también a los pies.
De repente él se detuvo y exhaló un grito. Lucía, envuelta en su velo, dormía a los pies de la Virgen, recostada en las gradas del altar.
Entré en la Iglesia cuando ya el sacerdote estaba en el altar. La luz vacilante de una lámpara caía sobre las gradas del presbiterio donde se agrupaba el cortejo.
En este sentido existe un proyecto de varios señores diputados. Quiero hacerme cargo de ese argumento, del que se escucha en las gradas.
Mientras el joven daba fiestas suntuosas y el palacio retumbaba con el estallido de su alegría, los caballos resoplaban en el patio y los pajes discutían jugando a los dados en las gradas, Bartolomé comía siete onzas de pan al día y bebía agua.
Pero si grande, si imponente se presenta la catedral a nuestros ojos a cualquier hora que se penetra en su recinto misterioso y sagrado, nunca produce una impresión tan profunda como en los días en que despliega todas las galas de su pompa religiosa, en que sus tabernáculos se cubren de oro y pedrería; sus gradas, de alfombras, y sus pilares, de tapices.
«Venimos, señor rajá, a que nos deje ver con nuestras manos, que son los ojos de los pobres ciegos, cómo es de figura un elefante manso.» «Los ciegos son santos», dijo el rajá, «los hombres que desean saber son santos: los hombres deben aprenderlo todo por sí mismos, y no creer sin preguntar, ni hablar sin entender, ni pensar como esclavos lo que les mandan pensar otros: vayan los cuatro ciegos a ver con sus manos el elefante manso.» Echaron a correr los cuatro, como si les hubiera vuelto de repente la vista: uno cayó de nariz sobre las gradas del trono del rajá...
Al ver que ya el arzobispo los trémulos pasos tiende por las gradas, que se pone del regio féretro enfrente, que el notario lo acompaña, que en derredor aparecen los testigos y que el pueblo espera el acto impaciente, con expresión tan amarga, mas con una fe tan fuerte alza el rostro, y ambas manos hacia los cielos extiende, que, sin duda, de su ruego se apiadó el Omnipotente, y resignación y brío le dio para el trance fuerte, pues, de pronto, en sí tornando, con resolución desprende la afiligranada llave sobre su pecho pendiente.
El grillito encantado -Y prometo dar las gracias- dijo el grillo Primitivo y en aquella primavera la princesa Gran Rocío apresurando las gradas de su grandioso castillo, bajó gritando hasta el prado al ver que el príncipe Greco era el grillito encantado.
Muchas veces tu voz querida, me arrancaba de mis tristes cavilaciones, -«venga aquí me decías, ¿qué hace ahí tan solita?» A tu voz tan deliciosa para mí, trataba de componer mi semblante, secaba mis lágrimas, y me sentaba contigo en las gradas de mármol de la galería, frente al río, teniendo delante de nosotros el jardín.