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Ejemplos ?
ajo el manto de estrellas de una noche espléndida y glacial, Roma se extiende mostrando a trechos la mancha de sombra de sus misteriosos jardines de cipreses y laureles seculares que tantas cosas han visto, y, en islotes más amplios, la clara blancura de sus monumentos, envolviendo como un sudario, el cadáver de la Historia.
Hace catorce años que nos hemos casado, de manera que ya las esperanzas... ¡Qué se le ha de hacer! No es uno quien dispone estas cosas... Vamos, no te pongas así, Julio, hijo mío...
Y basta con esto de historia y de política, y pasemos a hablar de cosas menos sabidas y más amenas, a que dieron origen y coyuntura aquellos lamentables acontecimientos.
Así las cosas, una mañana, sobre si debían abrirse o no los cristales de la reja de la alcoba, por hacer un magnífico día de primavera, mediaron entre don Jorge y su hermosa enemiga palabras tan graves como las siguientes: EL CAPITÁN.-¡Me vuelve loco el que no me lleve usted nunca la contraria, ni se incomode al oírme decir disparates!
Así las cosas, y a poco de sonar las tres y media en el reloj del Buen Suceso, el capitán abrió súbitamente los ojos; paseó una hosca mirada por la habitación; fijóla sucesivamente en Angustias y en su madre, con cierta especie de temor pueril, y balbuceó desapaciblemente: -¿Donde diablos estoy?
¿Creéis que ese hombre, antes de dejar el mundo, antes de renunciar a las riquezas, a la fama, al poder, a la juventud, al amor, a todo lo que desvanece a las criaturas, no habrá sostenido ruda batalla con su corazón? ¿No adivináis los desengaños y amarguras que lo llevarían al conocimiento de la mentira de las cosas humanas?
¿Cómo había podido suceder? Como suceden esas cosas: tontamente. Si no es la quiebra de su amigo y paisano Costavilla, no tendría ocasión de ponerse en frecuente contacto con la hermana, aquella Anita Dolores -mujer ya espigada en los treinta años, y más desenvuelta que candorosa.
iempre que ocurría algo superior a la comprensión de los vecinos de Paramelle, preguntaban, como a un oráculo, al tío Manuel el Viajante, hoy traficante en ganado vacuno. ¡Sabía tantas cosas!
De esta vez, o se marcha del pueblo, o la cencerrada termina en quemarle la casa y sacarle arrastrando para matarle de una paliza tremenda. ¡Estas cosas no se toleran dos veces!
¡Madre del Corpiño! ¡En la que se metía! ¡Cosas de muchachos! Ya vería, ya... Algunos párrocos, avergonzados, repitieron: -Convenía acompañarle...
-continuó Angustias- que aquella mañana me habló usted, sobre poco más o menos así: Hija mía... -¡Hombre! ¡Qué cosas dice uno! ¡Yo la llamé a usted "hija mía"!
a tener que comer, que le asistía, con sujeción al artículo 10 del Convenio de Vergara, y, cuando ya no le quedó más que decir y comenzó a abanicarse en señal de tregua, apoderóse de la palabra el Marqués de los Tomillares y habló en los términos siguientes: (Pero bueno será que vaya también por separado su interesante relación, modelo de análisis expositivo que podrá figurar en la Sección Vigésima de sus obras: Cosas de mis parientes, amigos y servidores).