Ejemplos ?
¿dónde podríamos estar mejor? Cuando hace buen tiempo y vamos a pasearnos por las calles, tenemos también mil diversiones. Miramos los escaparates de las joyerías, y yo le enseño la serpiente con ojos de diamantes que le regalaría si pudiera; y ella me enseña el reloj de oro que me compraría si pudiese; después escogemos las cucharas y los tenedores, y los cuchillos y las pinzas para el azúcar, que más nos gustarían si tuviéramos medios, y, en realidad, nos vamos tan contentos como si nos los hubiéramos comprado.
«Canta el cuclillo -dice-: vamos a tener buen tiempo.» «Las hormigas sacan a secar el grano: se acabaron las lluvias por ahora.» «Ya se ven golondrinas...
Y ellos lo cumplieron tan al pie de la letra, que se comieron las ovejas, que es gente que se da de buen tiempo, y el oro y todo lo demás quemaron, que aún a los propios vestidos no perdonaron, quedándose en carnes, y así han vivido, viven y vivirán hasta que sirvan.
El campo y la ciudad, la lluvia y el buen tiempo, el sol y los faros todo es desarmado y desquiciado por el ingenio mecánico de este poeta.
No sin melancólica nostalgia el estadista guayaquileño Vicente Rocafuerte, de la generación que ya actuaba en 1810, escribía en 1844 evocando el buen tiempo pasado: “ En aquella feliz época todos los americanos nos tratábamos con la mayor fraternidad.
Los días lejanos florecían en mi memoria con el encanto de un cuento casi olvidado que trae aroma de rosas marchitas y una vieja armonía de versos: ¡Ay, eran las rosas y los versos de aquel buen tiempo, cuando mi bella aún era bailarina!
El César de la pata de palo era un famoso picador de toros, hombre de mucha majeza, amigo de las juergas clásicas con cantadores y aristócratas: En otro tiempo se murmuró que me había sustituido en el corazón de la gentil bailarina: Yo nunca quise averiguarlo porque siempre tuve como un deber de andante caballería, respetar esos pequeños secretos de los corazones femeninos. ¡Con profunda melancolía recordé aquel buen tiempo pasado!
Mas gente hay aquí, voyme. CELESTINA ¡A qué buen tiempo ha venido hoy don Luis!102 Señor don Luis, amparadme. DON LUIS Ya me han visto y no puedo irme.
¡pchs!, ¿quién se mete a investigar el origen de un fortunón? Los fortunones son como el buen tiempo: se disfrutan y no se preguntan sus causas.
En la Muy Leal y Noble Ciudad de Santiago de Guayaquil, en veinte días del mes de Julio de mil y seiscientos y treinta y ocho años, se juntaron a Cabildo los Señores Cabildo, Justicia y Regimiento de esta Ciudad que aquí firmaron, con asistencia de Don Francisco Pacheco, Procurador General, y estando juntos en su Ayuntamiento, se trato y acordó lo siguiente: En este Cabildo se propuso que está mandado hacer fiestas a la Coronación del Señor Rey de Romanos, y que habiendo transferido para cuando saliesen las aguas, se ha visto ser hay buen tiempo...
Y en cuanto esto pasaba, a la memoria me vino una cobardía y flojedad que hice, por que me maldecía, y fue no dejalle sin narices, pues tan buen tiempo tuve para ello que la meitad del camino estaba andado; que con solo apretar los dientes se me quedaran en casa, y con ser de aquel malvado, por ventura lo retuviera mejor mi estomago que retuvo la longaniza, y no pareciendo ellas pudiera negar la demanda.
Cuando se llega con vida, límpidamente vivida a cierta edad, lo único que importa indispensablemente, sobre todo cuando se mira a los hijos, es permanecer fiel – alocadamente fiel, si es preciso – a los designios que nos orientaron en la adolescencia y juventud “en el buen tiempo pasado”.