Cuando dije amé, siempre me punzaron la sonrisa de una insólita abstinencia de ceniza que rechaza la torpe penitencia tras la brisa que en mi sed ahogué.
Abracadabra el cabrito, Abracadabra la cobra. Brote una bruma embrujada; libre su brisa insalubre; abra sus brazos de cobre que lean mis obras macabras.
La luna plateaba el paisaje hermosamente bravío; mansa brisa hacia ondular las ramas de los nogales y quejigos; de vez en cuando cruzaba el espacio con vuelo blando y silencioso alguna que otra ave agorera proyectando en las riscosas faldas su fantástica silueta fugitiva; el silencio de la noche era turbado únicamente por el sonoro latir de los mastines, que velaban en los blancos caseríos y por el lento caminar de los contrabandistas que, jinetes en caballos enjutos y voladores, precedían y escoltaban las poderosas acémilas por las más ocultas veredas.
Encontré esto bastante extraño, ya que soplaba una sostenida brisa del Sur, pero como «las circunstancias» no salían a luz, pese a que indagué todo lo posible al respecto, no tuve más remedio que volverme al hotel y devorar a solas mi impaciencia.
García Gutiérrez I Niño de blondos cabellos, süaves como la sonrisa del querub, que para jugar con ellos descienda mansa la
brisa del azul.
Antonio Plaza
En untuosa resina convirtióse la fuente de mis lágrimas El corazón se fue con las raíces, y mi pasión humana, haciendo heridas en la ruda carne, fugaz me abandonaba. Frente al ancho crepúsculo de invierno yo torcía las ramas gozando de los ritmos ignorados entre la brisa helada.
Los sátiros y ninfas de las antiguas fontanas parecen estremecer sus bronces con palpitaciones de carne viva en esta luz misteriosa; ríe el mármol de la Venus y los amorcillos al deslizarse por su pálida superficie los estremecimientos de la
brisa, acompañados de un cabrilleo de resplandores y movibles sombras; refléjanse invertidas en la dormida agua de los grandes tazones las desnudeces mitológicas, las canastillas de flores de piedra, como adornos de mesa, de blanco biscuit, montados sobre bases de veneciano espejo.
Vicente Blasco Ibáñez
«Mensajeros, con nuevas de otros cielos, me saludan y se apresuran a lo largo del camino. »Mi corazón exulta dentro de mí y es dulce el aliento de la brisa que pasa.
Llegó a él embriagando sus sentidos el blando soplo de la fresca brisa, y en ella los prefumes recogidos al tocar en las ramas olorosas, blancas acacias y encendidas rosas en los vergeles con abril floridos.
Había algo en ella de todos los ecos que nutren de aire los cóncavos huecos, y nacen y expiran en él sin cesar; murmullo de arroyo que va entre espadañas, de ráfaga errante que zumba entre cañas, de espuma flotante que hierve en el mar: sentido lamento de tórtola viuda, rumor soñoliento de lluvia menuda, de seca hojarasca de viejo encinar; de gota que en gruta filtrada gotea, de esquila del alba de gárrula aldea, de oculto rebaño que marcha en tropel, de arrullo de amante perdida paloma, de brisa sonante cargada de aroma, de abeja brillante cargada de miel.
(...) Por el jardín de primavera yerra una brisa suave... (...Era su rubia cabellera como el ala de un ave que fuese una quimera...) Se han deshojado los rosales mustios y fatigados (...Oh sus manos liliales cuyos dedos cansados deshojan los males...) Y dijeron las hadas: "Tus dorados cabellos serán aúreo manojo del celeste trigal; en tus ojos pondremos zafirinos destellos, en tus ojos azules tendrás todo el Ideal." La brisa viene leve y nemorosa rizando el agua muerta del pantano y un surtidor romántico y lejano desata una elegía dolorosa.
Y algunos minutos después descendían de la colina José y los que le acompañaban; el sol seguía bañándolo todo con sus raudales de luz esplendorosa; una brisa cálida impregnada de montesinos aromas agitaban mansamente las ramas de los árboles; el campo todo aparecía como vestido de flores; algunas cogujadas asustadizas levantaban azoradas el vuelo, y cerniéndose sobre los riscos, una alondra piaba dulce y querellosamente, como llamando con quejumbrosos halagos de amor a la amada compañera.